Cuando la Sibila de Cumas se presentó ante el último rey de Roma, lo hizo con nueve libros y pidió por ellos un precio muy alto. Tarquinio se negó a pagar semejante precio, asà que la Sibila destruyó tres de los nueve libros y volvió a pedir el mismo precio. Tarquinio, ultrajado, volvió a negarse y la Sibila, sin dudarlo, volvió a destruir tres libros más, al tiempo que volvÃa a exigir la misma suma. Tarquinio, alarmado por la actitud de la Sibila, y temiendo que terminase por destruirlos todos, accedió por fin, pagando por tres libros el precio que la Sibila habÃa pedido por nueve.
Tarquinio ordenó que los tres libros fuesen guardados en el templo de Júpiter de Roma, y a partir de entonces, fueron consultados en situaciones excepcionales para la ciudad.
Los libros Sibilinos. La Sibila de Cumas, en la Capilla Sixtina.
Posteriormente se transcribieron a papiros, y los romanos del siglo II a.C. ya los apreciaban muchÃsimo, habiendo formado un colegio formado por diez sacerdotes llamados “decem viri sacris faciundis” y acudÃan a ellos cada vez que la República Romana atravesaba una crisis importante, en busca de alguna profecÃa que pudiese aplicarse para solucionar la crisis.
En 83 a.C. un fuego destruyó los libros Sibilinos originales, y el Senado Romano envió una misión para recoger cualquier otro libro Sibilino que se pudiesen encontrar, recorriendo para ello Troya, Samos, Eritras y otra partes.
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