Los Freikorps y el golpe de Kapp: las bases del nazismo

Los Freikorps o “cuerpos libres o francos” fueron unidades paramilitares voluntarias alemanas, guerrillas de extrema derecha formadas por excombatienes  y  veteranos de la Primera Guerra Mundial.   Comenzaron a operar en la nueva república alemana, la conocida como república de Weimar como fuerza de choque colaborando en ocasiones con las propias fuerzas de seguridad y el ejército como en la revolución espartaquista comandada por Rosa Luxemburgo en 1919. En realidad pronto la mayoría del pueblo acusó al gobierno alemán  de haber traicionado al país al haber  aceptado unas condiciones que consideraban inaceptables más teniendo en cuenta que el Imperio Alemán no fue invadido durante toda la guerra.

La gran mayoría de los Freikorps acabarían con el tiempo en las filas de las SA del partido nacional-socialista de los trabajadores de Alemania, el partido nazi de Adolf Hitler. Sin embargo durante la democracia de Weimar llevaron a cabo acciones de defensa de las zonas fronterizas y de choque contra fuerzas secesionistas en la propia Alemania. Por tanto contaban en cierta medida con el visto bueno de los gobiernos socialdemócratas primero y conservadores después del país.

Los Freikorps y la situación en Alemania al final de la Primera Guerra Mundial

Tras el armisticio el gobierno cayó y el káiser Guillermo II tuvo que exiliarse del país. El caos se apoderó de Alemania y los revolucionarios comunistas espartaquistas amenazaban con trasladar el comunismo soviético a la naciente república. En Polonia grupos insurgentes amenazaban con ocupar Silesia y los territorios al este del Báltico hasta entonces parte del Reich.

Con el objetivo de parar todos estos movimientos revolucionarios y disgregadores de la patria aparecen los Freikorps. Sin embargo a finales de la Gran Guerra conservaban los uniformes de la última guerra, armas y medios de transporte y eran apoyados por altos mandos militares de cierto prestigio. Serían conocidos más adelante como el “ejército negro”.

Solían ser reclutados a través de ex oficiales, es decir, altos mandos militares licenciados al acabar la guerra y tras el tratado de Versalles. Estos paramilitares juraban lealtad a sus comandantes a los que trataban como Führer  ( jefe o líder). La mayoría de la tropa paramilitar como decíamos eran antiguos soldados muy frustrados con la situación, sin empleo, sin perspectivas de futuro, algunos licenciados por heridas de guerra que se dejaban seducir por ese discurso populista que prometía una nueva Alemania libre y fuerte.

Las unidades eran difíciles de controlar porque solían ser indisciplinadas aunque en otros momentos, cuando eran promovidas por el propio gobierno en momentos puntuales de dificultades de orden público seguían una disciplina aunque eran disueltas al finalizar el problema. En enero de 1919 bajo el gobierno del socialdemócrata Ebert  formaban más de 100 unidades.  Su bautismo de fuego podríamos situarlo a principios de 1919 cuando sofocan junto a las fuerzas regulares la revolución espartaquista en la conocida como “semana sangrienta” en Berlín, después de intensos combates callejeros contra los milicianos comunistas alemanes.

Ebert,  del partido socialdemócrata,  estaba interesado en usarlos para sofocar todo reducto revolucionario comunista  y mantener el orden en pueblos y ciudades. Algunas unidades de Freikorps llegaron a actuar fuera de las fronteras germanas en el Báltico para proteger a los alemanes que allí vivían de bolcheviques rusos y nacionalistas bálticos. En 1921 fracasaron en el Báltico y los supervivientes fueron repatriados a Alemania.

También fracasaron en su lucha contra los polacos en la zona de Prusia Oriental y Alta Silesia que acabaron formando, tal y como se había pactado en los Tratados de París, parte del nuevo estado polaco. Ante este cúmulo de adversidades las autoridades fueron desligándose de ellos y comenzaron a actuar con mayor libertad.

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2 Comments

  1. Manu
    30/06/2021 @ 06:47

    Asimilar el nazi como extrema derecha es utilizar una visión errónea. Los principales especialistas lo consideran una tercera vía, ya que él discurso nacional socialista criticaba tanto el marxismo como el capitalismo salvaje, representado en los judios. Es un error común mirar el pasado con unas gafas del presente, pero qué un historiador no puede permitirse. Saludos

  2. John Carpenter
    30/06/2021 @ 13:05

    Dentro de las limitaciones de espacio de este tipo de artículo, me parece una magnífica descripción del estado político-social de la Alemania que resultó del Tratado de Versalles.

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