Las sustancias psicotrópicas en la Prehistoria de la Península Ibérica se usaron ampliamente dado que en la naturaleza existen plantas que poseen propiedades psicoactivas cuyo consumo directo produce la modificación de la conducta del individuo que las ingiere al provocar una gran actividad eléctrica en el hipocampo.
Dichas especies se desarrollan de manera silvestre en nuestros parajes, por lo que no es extraño pensar que nuestros más remotos antepasados se sirviesen de ellas y conocieran sus propiedades. De hecho, pueblos primitivos actuales utilizan este tipo de psicotrópicos en su vida diaria, como ocurre con la ayahuasca en la zona del Amazonas o el peyote en México. Pero, ¿desde cuándo se conocen tales plantas y sus efectos?
Las plantas aparecidas en estos yacimientos son la adormidera (Papaver somniferum/setigerum), el cornezuelo del centeno (Claviceps purpurea), y el cáñamo (Canabis sativa L). Aunque no se reflejan en este artículo, también se incluyen otras plantas como la belladona o la mandrágora.
Las sustancias psicotrópicas en la Prehistoria: La adormidera (Papaver somniferum/setigerum)
El uso y cultivo de la amapola del opio (Papaver somniferum) ya era conocido en el mundo clásico para tratar numerosas dolencias gracias a sus propiedades opiáceas, aunque su uso no fue solo curativo en la Antigüedad; por ejemplo, el padre del pretor Publio Licinio Cecina recurrió a esta sustancia para quitarse la vida.
En la prehistoria de la Península Ibérica la evidencia más antigua del uso de esta planta data del Paleolítico Superior. El descubrimiento se realizó en la cueva de El Juyo (Igollo de Camargo, Cantabria), donde se encontraron semillas quemadas de adormidera. Si bien en este caso no es posible saber si su uso fue casual, dado el escaso referente de semillas, contamos con otras evidencias más claras.
En el Neolítico peninsular la adormidera fue empleada tanto en su faceta silvestre (P. Setigerum) como cultivada (P. somniferum). Una de las más antiguas fechas documentadas del uso de esta planta se ha obtenido del estudio de la Cueva de los Murciélagos de Zuheros en Córdoba, con una datación que se al VII milenio a.C.
En este yacimiento se encontraron algunas cápsulas de adormidera asociadas a cereales como el trigo o la cebada. Su uso en personas se pudo documentar en la cueva de Can Tintorer (Gavà, Barcelona) donde se encontraron trazas en el esqueleto de dos varones adultos de entre 30 y 45 años que han sido fechados en torno al IV milenio a.C.