La conquista del imperio inca no es como comúnmente se cree, producto enteramente de armas de fuego, acero, y caballos de guerra, comprender la lucha que tuvo lugar entre el imperio inca en su contacto contra el emergente imperio español, es un tema bastante complejo.
Para comenzar esta tarea debemos centrarnos en los antecedentes que precedieron a la expedición española al Tahuantinsuyo (los 4 territorios administrativos que comprendía el imperio) en este plano la conquista de México fue vital para la experiencia española en las operaciones político-militares contra el imperio inca, Hernán Cortés en un periodo de tan solo 4 años había podido someter a un enorme imperio y apoderarse de sus riquezas, si bien el factor tecnológico había sido decisivo para obtener victorias en momentos claves, los españoles aprendieron bastante de las estructuras socioculturales del imperio azteca, el control absoluto del pueblo y el ejército se encontraba en manos de un gobernante único, la sumisión a él era reforzada por una devoción inquebrantable de sus súbditos (difundida por medio de la religión local a través de un estricto protocolo ceremonial). La captura del gobernante se convertía entonces en el objetivo clave de una empresa de conquista de similares proporciones.
La superioridad española en la conquista del Imperio Inca, estrategia, táctica y armamento
En 1532 Francisco Pizarro, y 168 españoles observaban los estragos de la guerra civil inca, su entrada al imperio se había producido desde el año anterior, pero tomando las operaciones con precaución avanzaron lentamente, la ciudad incaica de Tumbes estaba en ruinas, cerca al destruido pueblo de Cajas había muchos cuerpos de gente colgada como represalia, de uno de los pretendientes del trono llamado Atahualpa, que por los informes obtenidos era el virtual ganador de la contienda. Este nuevo inca se hallaba afortunadamente dentro de la ruta tomada por los españoles acampando con sus ejércitos cerca de un lugar llamado Cajamarca.
Se inicia el juego
Para conseguir su objetivo central, los españoles contaban en primer lugar con armas y armaduras de acero, las continuas guerras europeas y las recientes conquistas en América marcaron uno de los periodos más altos en la industria de fabricación de armaduras. Estas poseían bastantes bisagras para la movilidad de su usuario y al mismo tiempo maximizaban la capacidad de protección brindada. Durante la conquista de los incas, infantes y caballeros llevaban distintas armaduras, pero ninguna superaba los 30 kilos. La espada de acero y la lanza permitían una efectividad plena en el campo de batalla, la primera daba a los infantes la sensación de tener un arma de gran calidad y durabilidad (garantizadas por el acero toledano en muchos casos) y la segunda era muy práctica y efectiva para los caballeros.
Sin embargo, el elemento que definió la victoria española era el caballo, su velocidad era insuperable en el campo de batalla, así mismo la embestida directa de uno de estos animales podía causar una muerte inmediata a quien se interpusiera en su paso, durante la conquista iban acorazados y la gran movilidad que representaba para las fuerzas españolas sorprendía a los nativos americanos. Contrariamente las armas de fuego para la pequeña tropa de Pizarro no mostraron una eficacia seria durante la conquista, si bien en algunas oportunidades causaron bastante impresión en las fuerzas de los naturales, no fueron determinantes dado su pequeño número y su lento y pesado uso, típico del desarrollo y la relevancia con que se las tomo en Europa durante la primera mitad del siglo XVI, las ballestas corrieron una suerte parecida, pues fueron contados los encuentros donde estas armas mostraron una capacidad que terminara de asombrar a los incas.
En contraste los incas estaban atrapados en la edad de bronce, sus ejércitos basados íntegramente en hombres de a pie, eran bastante pesados y requerían de una larga cadena logística para su equipo y alimentación, utilizaban gran cantidad de mazos basados en palmas fuertes de árboles, hachas cortas llamadas “chambis”, cuyas puntas en ambos casos eran de bronce o de piedra. Su efectividad contra las armaduras españolas era muy limitada, si bien la mayoría de los conquistadores recibieron heridas de estas armas, no era suficiente para matar a un guerrero acorazado, esto solo ocurría como una excepción a la regla, muchas veces las armas incaicas terminaban rompiéndose en la lucha cuerpo a cuerpo contra los españoles frente a la precisión del acero.
En cuanto a las armas a distancia, los incas poseían “huaracas” (aun hoy utilizadas en Perú) u hondas que lanzaban piedras de relativo peligro para los españoles, aunque los arqueros son la mejor fuerza capaz de contrarrestar a la caballería en el siglo XVI, la geografía de los incas dominados por la sierra, impedía el desarrollo en la fabricación de arcos, las condiciones climáticas y la altitud evitaban que arboles con madera suficientemente elástica pudiera ser utilizada en avances para el desarrollo de una eficiente fuerza de arqueros incaicos autóctonos dentro de las filas del imperio, si bien los comandantes incaicos podían asimilar a sus ejércitos grupos de arqueros provenientes de la selva, esta asimilación solo podía hacerse cuando se encontraban cerca de zonas de tribus aliadas.
Por ultimo Atahualpa el inca vencedor de la guerra civil, desconocía cuales eran las verdaderas intenciones de los españoles, se encontraba victorioso al final de un cruento conflicto y con sus fuerzas repartidas de la siguiente manera alrededor del territorio que había ganado a la fuerza.
Rumbo a la capital inca, Cuzco se encontraba el general Quizquiz con 30000 hombres aproximadamente, su tarea era tomar la ciudad y establecer un gobierno de esos territorios hasta la llegada de Atahualpa.
En la sierra central, Jauja se hallaban las fuerzas del general Calcuchimac con 35000 soldados, impidiendo el levantamiento de aquellas provincias, su función era servir de comunicación entre las fuerzas del Cuzco de Quizquiz y las del campamento de Cajamarca de Atahualpa.
Por ultimo en Cajamarca Atahualpa estaba rodeado de un gran contingente de su ejército de entre 40000 hasta los 80000 según los testigos presenciales españoles. 5000 de estos soldados estaba bajo mando directo del medio hermano y general de Atahualpa, Rumiñahui; y aunque estos grupos de soldados que sobrepasaban los 100000 soldados se encontraban divididos en diferentes núcleos estratégicos, su efectividad en una guerra convencional en el territorio no puede ser puesta en duda, sin la llegada de Pizarro era más que obvio que Atahualpa no solo tomaría el Cuzco, se asentaría en el para gobernar todo el imperio.
Punto de inflexión
16 de noviembre de 1532. La plaza de Cajamarca iba a ser el escenario de una de las acciones más temerarias de la historia, Atahualpa subestimando a la minúscula fuerza de Pizarro le permitió llegar hasta allí, aunque el ejército profesional incaico se encontraba concentrado en los 3 grandes grupos antes mencionados dirigidos por los generales de Atahualpa, existían varias guarniciones situadas en lugares de valor estratégico como puentes, caminos y/o fortalezas, que hubiesen podido frenar el avance de los hombres de Pizarro, sin embargo la curiosidad de Atahualpa por estos extranjeros les permitió llegar hasta este lugar, los españoles sabían que debían actuar rápido. El día anterior Pizarro envió una embajada a Atahualpa para concertar una entrevista, aunque esta era una empresa privada de conquista, estaba bajo la supervisión de la real corona española, y era necesario antes de proceder a usar las armas leer el famoso requerimiento de la iglesia para que los incas se sometieran pacíficamente a los españoles cuya autoridad en este caso representaría Pizarro, así que era el momento de planificar las operaciones tácticas, la estrategia giraba en torno a la captura del inca, y por lo tanto los españoles decidieron esconderse alrededor de los edificios de la plaza de Cajamarca, el padre Valverde leería el contenido del documento de requerimiento para ver si Atahualpa se sometía pacíficamente, una vez descartado eso atacarían, primero 2 cañones puestos sobre una torre de la plaza apuntarían a las fuerzas incas, después dos grupos de jinetes saldrían a cargar masivamente contra el mayor contingente de súbditos incas, el efecto psicológico de la carga debía aterrar a los sirvientes de Atahualpa el tiempo suficiente para que la infantería española dividida en dos grupos atacara directamente la litera donde los cargadores del inca sostenían a Atahualpa, para aumentar este efecto psicológico los caballos debían generar más ruido y se les pusieron cascabeles para ese fin. La trampa estaba tendida, y se iniciaría al grito tradicional de las conquistas españolas en esa época, ¡Santiago, Guerra Santiago! Encomendándose al apóstol que de los moros los había liberado.
El inca entro en la plaza de Cajamarca antes de que oscureciera, en un comienzo había pensado en ir con alrededor de 7000 guerreros desarmados, pues pensaba que con eso bastaba para doblegar al puñado de españoles, subestimando su capacidad tecnológica, pero una vez rechazado el requerimiento la impresión de sus aterrados súbditos fue decisiva, la carga de la caballería, el horrible sonido del único cañón que llego a funcionar, los pesados mosquetes que sin embargo daban muertes seguras a las filas incaicas produjo un impacto nunca experimentado hasta entonces en la civilización inca, los únicos que se mantuvieron en sus puestos fueron los cargadores y la escolta del inca, rindieron la vida protegiendo a su soberano y aun cuando muchos españoles les cortaron brazos y/o manos a los cargadores de Atahualpa estos se mantuvieron firmes hasta que acabaron con todos, de entre el contingente de conquistadores Pizarro fue el único herido tratando de evitar que uno de sus compañeros matase al inca, 2 horas de matanza generaron unos 2000 muertos entre los incas, pero la estrategia española estaba completa, el jefe de gobierno del imperio incaico caía prisionero.
Autor: Luis Carlo Zanabria para revistadehistoria.es
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