Uno de los más influyentes fue la Sociedad Thule, una organización semisecreta que mezclaba racismo pseudocientífico, espiritualismo germánico y aspiraciones políticas. Aunque su vida activa fue corta, su impacto indirecto fue duradero.
Entre sus miembros y círculos afines surgieron figuras clave del movimiento nacional-socialista. La conexión entre lo esotérico y lo político no fue accidental, sino parte de una cosmovisión que sirvió de sustrato ideológico para el nazismo.
La Sociedad Thule: el ocultismo que alimentó al nazismo
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La Thule tomó su nombre de una isla mítica mencionada por el geógrafo griego Piteas, considerada en la mitología germánica como el origen ancestral de la raza aria. Para sus miembros, el retorno a Thule era más que una metáfora: significaba el restablecimiento de una sociedad pura, heroica y nórdica, libre de influencias judías y decadentes. Desde esta base se articuló una visión del mundo que mezclaba esoterismo y supremacismo.
Símbolos, mitos y enemigos
La Sociedad Thule adoptó símbolos antiguos reinterpretados a la luz de una ideología moderna. Las runas germánicas, la cruz gamada, los rituales de iniciación, el uso del ocultismo como herramienta de poder… Todo formaba parte de una visión integral del mundo. La historia oficial era rechazada en favor de una narración mítica en la que los arios eran una raza superior venida de un origen polar, cuyos valores habían sido contaminados por civilizaciones mestizas.
Entre los enemigos identificados por la Sociedad Thule estaban los judíos, los marxistas, los liberales y los católicos universalistas. No se trataba solo de adversarios políticos, sino de fuerzas percibidas como antitéticas al “alma alemana”. De este modo, el antisemitismo de la Thule no era solo social o económico, sino profundamente simbólico: los judíos representaban la degeneración espiritual del mundo moderno.
Del mito al partido
En 1919, miembros de la Sociedad Thule fundaron el DAP (Deutsche Arbeiterpartei), el Partido Obrero Alemán, que pronto se convertiría en el NSDAP tras la incorporación de Adolf Hitler. Aunque Hitler no fue miembro de la Thule, varios de sus primeros colaboradores, como Dietrich Eckart, Alfred Rosenberg, Hans Frank o Rudolf Hess, sí tuvieron relación con el grupo o sus esferas ideológicas. Eckart, poeta y esoterista, fue mentor del joven Hitler y le introdujo en muchos de los círculos nacionalistas de Baviera. Rosenberg, por su parte, se convertiría en el principal ideólogo racial del régimen y difusor de teorías pseudohistóricas sobre el “origen nórdico” de la civilización europea.
El vínculo entre Thule y nazismo no fue directo, pero sí decisivo. Más que una estructura orgánica, lo que pervivió fue una atmósfera cultural: una mezcla de misticismo germánico, racismo pseudocientífico y visión conspirativa del mundo. Esa atmósfera impregnó los primeros años del nazismo y se mantuvo en sus prácticas simbólicas y en su aparato propagandístico.
Rituales de poder
El régimen nazi adoptó una iconografía deliberadamente arcaizante. Las ceremonias del partido, las insignias de las SS, los desfiles nocturnos con antorchas, todo evocaba una espiritualidad guerrera. Heinrich Himmler, líder de las SS, llegó a crear una especie de “órden interior” dentro del aparato policial, con sede en el castillo de Wewelsburg, rediseñado como centro ritual del “nuevo orden”. Allí se celebraban reuniones, ceremonias de iniciación y se estudiaban textos esotéricos. Himmler pretendía dotar a las SS de una identidad no solo política, sino espiritual, heredera de los antiguos caballeros teutónicos y vinculada a una visión cíclica de la historia.
Estas ideas procedían, en parte, del sustrato ideológico generado por grupos como Thule. El concepto de una élite racial investida de un destino cósmico no surgió de la nada, sino que bebió de corrientes ocultistas que llevaban décadas germinando en Europa central.
Desaparición y rastro
Tras el ascenso del nazismo al poder en 1933, muchas de las sociedades ocultistas fueron disueltas o absorbidas. El régimen necesitaba control y no toleraba entidades paralelas. La Sociedad Thule había dejado de existir como tal en los años veinte, pero su influencia persistía a través de sus antiguos miembros y del imaginario que había ayudado a consolidar. Con la caída del Tercer Reich en 1945, las investigaciones aliadas desvelaron documentos y conexiones que llamaron la atención sobre el papel del ocultismo en la gestación del nazismo.
Desde entonces, el interés por la Thule ha crecido, alimentado por obras de historia, documentales y teorías especulativas. Sin embargo, separar el mito del dato contrastado sigue siendo un reto. No hay pruebas de que Hitler asistiera a rituales ocultistas o que creara un culto formal, pero sí hay indicios claros de que buena parte de su entorno compartía visiones esotéricas y racistas elaboradas en ese contexto.
Más allá del esoterismo
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