Las famosae eran féminas que practicaban el sexo por puro placer carnal, sin ningún tipo de necesidad. Aunque muchas sí aceptaban la “voluntad”. El caso más famoso de este tipo de prostitución lo encontramos en la emperatriz Mesalina, esposa de Claudio, y que aprovechó la ausencia de su esposo que se encontraba en Britania para hacer lo imposible. Se dice que Mesalina organizó una prueba con diferentes meretrices de palacio con el objetivo de ver quien era la mujer que podía acostarse con más hombres en un día.
Fueron enviadas prostitutas de algunos burdeles que aceptaron el reto. De entre ellas destacaba Escila, el seudónimo de “guerra” de una meretriz siciliana, y que era conocida por su capacidad sexual. Fue enviada para dicha labor, llegando a acostarse con un total de 25 hombres. Pero Mesalina consiguió superarla, participando ella misma y llegando hasta el día siguiente con hasta un recuento de 200 hombres. Escila dijo de Mesalina lo siguiente:
“Esta infeliz tiene las entrañas de acero”
También se dice de Mesalina, como cuenta el poeta Juvenal, que dio rienda suelta a su ninfomanía bajo el apodo de Licisca (mujer-loba) en el barrio de Subura; un barrio pobre de la Roma antigua. Agripina la Joven o Julia, hija de Augusto, también fueron célebres famosaes.
Prostitución masculina, el papel del leno y el ocio en Pompeya:
También existen testimonios de la época que hablan de los prostitutos, y que se encargaban de satisfacer tanto necesidades masculinas como femeninas. Un marido podía asesinar con total libertad a un profesional del sexo si conseguía pillar al amante de pago con su esposa. Eran muy demandados por la sociedad romana, e incluso estaban mejor pagados que las mujeres que ejercían el mismo oficio.
La figura del leno (o proxeneta) era vital en la vida de estas mujeres para preservar el buen funcionamiento de los servicios del lupanar y ofrecerles protección. A cambio cobraba algo más de una tercera parte de cada servicio ofrecido.
Según testimonios, Pompeya poseía suficientes burdeles (entre 9 y 30) como para satisfacer las necesidades de toda la población de la península itálica. Más de 30.000 personas podrían haber llegado a ejercer la prostitución en torno al año I.
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