En el siglo III a.C., el Mediterráneo occidental era un hervidero de tensiones y ambiciones territoriales. Dos poderosas civilizaciones se erguían como colosos dominando la escena política y militar: Roma y Cartago. Ambas potencias compartían un deseo insaciable de expansión y control, lo que inevitablemente las condujo a un enfrentamiento.
La
Primera Guerra Púnica, librada entre 264 y 241 a.C., fue la primera de tres guerras que definirían la hegemonía en el Mediterráneo y marcarían el destino de estas civilizaciones. La guerra surgió en un momento crítico, con Roma consolidándose como potencia en la península itálica y Cartago dominando las rutas comerciales marítimas desde su próspera ciudad en el norte de África.
La Primera Guerra Púnica: Sicilia en llamas
Sicilia, una isla estratégicamente ubicada en el corazón del Mediterráneo, se convirtió en el principal escenario de la Primera Guerra Púnica. La isla había sido una región de gran interés tanto para griegos como para fenicios, y más tarde para romanos y cartagineses. En el 264 a.C., una disputa en la ciudad de Mesina desencadenó el conflicto. Los Mamertinos, un grupo de mercenarios que había tomado la ciudad, solicitaron ayuda tanto a Roma como a Cartago para defenderse de los ataques de Siracusa, otra ciudad siciliana.
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