Agnolo di Tura, cronista de la Peste Negra en Sicilia, describía con estas palabras el impacto de la Peste Negra en su ciudad:
“… grandes fosas se cavan para la multitud de muertos y los cientos que mueren cada noche. Los cuerpos se arrojan en estas tumbas masivas y se cubren del todo. Cuando estas zanjas están llenas, se cavan nuevas zanjas. Tantos han muerto que tienen que cavarse nuevas fosas cada día.”
Muchos hemos oído hablar del horror de la peste, pero, ¿qué fue en realidad?
La Peste Negra en la vida diaria del siglo XIV
“… en su comienzo nacían a los varones y a las hembras semejantemente en las ingles o bajo las axilas ciertas hinchazones que algunas crecían hasta el tamaño de una manzana y otras de un huevo, y algunas más y algunas menos, que eran llamadas bubas por el pueblo.”
Es comprensible el horror que producían estos síntomas, que lamentablemente vuelven a ocupar titulares en la actualidad.
Una vez aparecidos los bubones, era prácticamente imposible sobrevivir. Los enfermos sufrían fiebres, diarreas, deshidratación y delirios. A veces la enfermedad afectaba a los pulmones, provocado esputos sangrientos; a la piel, con sangrados espontáneos o al cerebro, afectando al comportamiento.
Poco podía hacer la medicina por salvar a los enfermos. Entre los métodos más utilizados estaban el rajado de los bubones para expulsar el pus y los sangrados con sanguijuelas o cuchillas. Algunos médicos llegaban hasta el punto de hacer explotar las bubas con cáusticos. Otros tratamientos igual de poco efectivos, pero más agradables, eran los aromáticos. Se creía que la Peste Negra se transmitía por el aire y que era una consecuencia de los vapores nocivos de las ciudades. Se recomendaba a los pacientes que no salieran de casa sin un pañuelo perfumado sobre la nariz, así como purificar las habitaciones de los hogares con humo o incienso. También existían remedios esotéricos que consistían en la utilización de materiales nobles. Se recomendaba la ingesta de metales preciosos como el oro y la plata o beber la limadura de ciertas gemas mezclada con agua. En ocasiones se vertían estos ingredientes en las heridas abiertas.
Pero en muchos casos, estos remedios se consideraban inútiles. La idea de que la peste era un castigo divino estaba generalizada. El hombre medieval imaginaba la Peste Negra como una lluvia de flechas que descendía sobre la sociedad, acabando con ella. No sorprende teniendo en cuenta la religiosidad tan fuerte que marca la Edad Media. Los ciudadanos medievales veían la peste como un castigo merecido por los pecados de la humanidad, especialmente por los del clero. Por este motivo, era inútil luchar e intentar curarse ya que era el designio de Dios acabar con la humanidad. La Peste Negra era para ellos un claro signo del Apocalipsis.
Autora: Irene Lázaro Romero para revistadehistoria.es
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ABERTH, John: The Black Death. The Great Mortality of 1348-1350. A Brief History with Documents. Boston, Bedford / St. Martins cop., 2005.
BENEDICTOW, Ole J.: La peste negra (1346-1353): la historia completa. Barcelona, Akal, 2011.
BLANCO, Ángel: La peste negra. Madrid, El Sol, 1991.
19/03/2020 @ 23:02
Hola, la hipótesis de que la peste negra se difundió por las ratas hoy está siendo duramente cuestionada y casi descartada. Basta con ver la velocidad a la que se propagó, mucho más rápido que los 4 kilómetros por día que se mueven los roedores caseros; y llegó rápidamente a los países escandinavos (donde hay pocos roedores) y a Islandia (que carece de ellos). Los estudios de ADN muestran que era una cepa completamente distinta a la peste bubónica, por lo que era otra forma de enfermedad. Las causas de su difusión aún están siendo estudiadas.