En la actualidad, poseemos bastante información[1] sobre la dieta romana, lo cual es de gran ayuda porque no has permitido reconstruir la alimentación de la Antigua Roma a lo largo de toda su historia.
Así, sabemos que la alimentación y la cocina romana en un principio fueron muy modestas y sencillas. Relacionadas directamente con los productos que se obtenían a través de la práctica de la ganadería, la agricultura y la pesca.
La alimentación en la Antigua Roma
Otro rasgo característico fue el uso de las salsas y la condimentación con especias, como por ejemplo el garum. Una salsa que se usaba para condimentar y que se obtenía prensando en barriles carne de diversos pescados azules (boquerones, salmones, anguilas, sardinas, sardas, jureles…) con la sal y hierbas olorosas (especias: anís, hinojo, ruda, menta, albahaca, tomillo…).
A su vez, los cereales, se combinaban con otros alimentos. Pues, estamos ante una dieta mediterránea en la que tenían cabida los lácteos, las carnes, los pescados, las legumbres, las verduras y las frutas. Así como la bebida (vino[5] y cerveza -la bebida de los pobres-), el dulce (la miel) y el salado (la sal[6]).
¿Cuántas comidas realizaban un romano al día?
Lo estipulado eran tres comidas diarias al día, ahora bien, todo dependía del nivel adquisitivo de la familia. Evidentemente, las familias con un buen nivel económico harían esas tres comidas, con más variedad de alimentos y más cantidad. Mientras que las familias con menos nivel no realizarían todas y su dieta sería más básica.
De esta forma, si atendemos a los datos que nos han llegado, estas serían las tres comidas que se realizaban en la Antigua Roma:
Ientaculum: era el desayuno (7-8 h) que consistía básicamente en pan untado en ajo, sal o algún otro condimento. En algunas casas se consumían también huevos, queso, leche, miel, frutos secos, uvas u otra clase de frutas, vino aromatizado…
Prandium: se trataba de una comida suave, en la que se ingería verduras, frutas y quizás carne (las clases bajas no la hacían) o las sobras de la cena anterior, frías/recalentadas.
Cenae (14-15 h) era la comida más fuerte e importante .En los primeros tiempos de la República, la cena era bastante simple: se tomaba el pulmentum (papilla de harina de trigo), complementado con otros alimentos procedentes del campo. Solamente en los días festivos se comía carne de los animales sacrificados a los dioses.
A partir del S.II a.C., con el cambio gastronómico, la cenae tomó una mayor dimensión social y amplió el número de platos, convirtiéndose en un banquete (entre la clase alta) compuesto de varios por varias partes:
– Gustati (entrantes): era un plato con productos destinados a abrir el apetito de los invitados. Destacaban: huevos, aceitunas, champiñones, ostras, lechuga, pescados en salmuera…
– Prima mensa: era la parte fuerte de la cena y estaba compuesto de varias partes (según Marcial podía elevarse hasta tres). Destacaron sobre todo el cabrito cebado, los espárragos silvestres, el cerdo, las crestas de gallo…
– Secunda mensa (postre): en este plato se tomaba todo tipo de repostería suave o queso, frutas, frutos secos…
–Comissatio (fiesta): era el momento que se aprovechaba para conversar, ver teatro, mimos o bailarinas.
La cenae, no era una simple comida más del día, pues tenía una función social y familiar. Invitados y anfitriones se reunían para estrechar y potenciar lazos de amistad o alianzas, para conversar, para celebrar reuniones familiares e incluso para manifestar la posición social y riqueza. Además estos banquetes se caracterizaron por seguir unas normas y pautas concretas que todos debían seguir, con un ritual concreto.
La alimentación también tuvo su papel en la romanización
A partir de la derrota de Cartago en la Segunda Guerra Púnica (S.III a.C.), Roma empezó a controlar totalmente el comercio del Mediterráneo y a influenciar en todas las regiones bañadas por este mar.
En el caso de la Península Ibérica, se fue desarrollando un contacto comercial cada vez más intenso con las poblaciones íberas. Como así atestiguan los restos de ánforas romanas que portaban aceite, vino o garum en pecios hundidos y en la fusión de las costumbres íberas con las romanas, presentes en los ajuares funerarios.
Con el Imperio Romano, las costumbres alimenticias romanas se fueron extendiendo y generando la unificación de tradiciones alrededor de la cocina y de la mesa.
Esta unificación progresiva se puede ver claramente en el incremento de los cultivos vinícolas, de las industrias de salazón y en la elaboración de garum en zonas en las que anteriormente no existían este tipo de factorías.
Autora: Rocío Rivas Martínez para revistadehistoria.es
¿Eres Historiador y quieres colaborar con revistadehistoria.es? Haz Click Aquí
Mecenas
Agradecemos la muy generosa donación de nuestra lectora M. Concepcion Ruscalleda Suau, su mecenazgo desinteresado ha contribuido a que un Historiador vea publicado este Artículo Histórico.
Bibliografía:
Almagro Gorbea, M.J., La alimentación en la antigua Baria en la época romana y prerromana, Gerión, nº3,1991, pp 119-118.
Cabrero,J y Cordente, F., Roma: el imperio que generó por igual genios y locos, Edimat Libros, Madrid, 2008.
Montanari, M.; y Flandrin, J., Historia de la alimentación, Ediciones Trea, 2004.