Kohima, historia de una batalla olvidada

La batalla de Kohima, librada entre principios de Abril y finales de Mayo de 1944, supuso el punto culminante de la última de las ofensivas japonesas de la Segunda Guerra Mundial destinadas a penetrar en el dominio británico de la India.

La contienda iba a enfrentar a la 31º División japonesa, del teniente general K. Sato, encuadrada en el XV Ejército japonés bajo las órdenes del teniente general R. Mataguchi, con diversas unidades pertenecientes al XIV Ejército británico, encuadradas en su 2º División, que guarnecían la base de Kohima y sus alrededores.

Kohima, historia de una batalla olvidada

El ataque japonés a Kohima respondió a la necesidad que tenía el XV Ejército nipón de tomar la localidad de Imphal, cuya arteria logística pasaba por una única carretera que atravesaba la jungla hasta llegar a Kohima. Los japoneses estaban seguros de que si lograban tomar el control de Kohima y cortar las líneas logísticas que alimentaban a los defensores de Imphal de víveres, municiones y reemplazos estos no soportarían por mucho tiempo el asedio del grueso del XV Ejército de Mataguchi, además, el control de Kohima daría a los atacantes japoneses un inmejorable punto de partida para proseguir su ofensiva hacia Manipur, el principal enclave militar y logístico de los británicos en Birmania.

Sin embargo, las expectativas japonesas depositadas en la ofensiva se iban a ver rápidamente decepcionadas. La 31º División de Sato, destacada para ocupar Kohima mientras el resto del XV Ejército asediaba Imphal, se encontró en problemas desde el principio, el avance hasta su objetivo, a través de la selva, fue agotador y agónico y, aunque una vez llegado a este el ataque japonés triunfo en sus fases iniciales al contar con el factor de la superioridad numérica frente a la guarnición defensora de Kohima (poco más que un regimiento de infantería tuvo que soportar el ataque de toda una división) la determinación del adversario y el certero fuego de cobertura de artillería del que este gozaba hicieron que el ataque japonés perdiera brío para, finalmente, estancarse.

La batalla, caracterizada por la lucha de posiciones, los bombardeos de artillería, los asaltos a la bayoneta, los avances y retiradas, las posiciones que cambiaban de manos una y otra vez, los francotiradores y la lucha sin cuartel por cada palmo de terreno recordaría más a los combates de la Primera Guerra Mundial que a las típicas batallas de la Segunda Guerra Mundial, basadas en el apoyo aéreo cercano o los duelos entre fuerzas acorazadas y mecanizadas.

Kohima, por la propia naturaleza de su entorno, de vegetación selvática y clima monzónico, resultó una dura prueba para los combatientes de ambos bandos, que tuvieron que luchar en un ambiente solo comparable al que se encontraron los soldados estadounidenses durante la guerra de Vietnam.

La guerra en una orografía tan compleja como puede ser la de estas latitudes viene aparejada por una notable complicación de la logística, dado que son pocos los senderos transitables a través de la selva virgen que puedan utilizarse para transportar suministros, municiones, armamento y refuerzos hasta el campo de batalla, y dichos senderos constituyen una vía de comunicación precaria que puede verse interrumpida por obstáculos naturales o cortada por el enemigo con relativa facilidad.

La táctica y la estrategia también se ven dificultadas en la jungla, dado que la espesura de esta y la existencia de un terreno irregular dificulta las maniobras de las tropas, la artillería y los vehículos de apoyo. Los británicos partían con la ventaja de tener entre sus filas a infantería nativa de la India, lo que les daba la posibilidad de contar con hombres mejor aclimatados a esas condiciones que los japoneses y que sabían desenvolverse en la espesura.

Las cotas que dominaban el campo de Kohima (Garrison, Kuki, FSD, DIS, Jail), se erigieron en los centros de gravedad de la lucha desde el principio, ambos bandos pugnaron por controlar las alturas para, de esta forma, hacerse con la ventaja estratégica. Sin embargo, se llegó a un punto, en los compases finales de la lucha, en los que el eje de gravedad de la batalla se traslado al propio recinto de la base de Kohima, siendo la pista de tenis de la base la tierra de nadie que separaba a los dos ejércitos enfrentados. La “batalla de la pista de tenis” es sin duda el hecho que le da a esta batalla su toque peculiar, dado que la lucha a ultranza por cada palmo de terreno llevó a los contendientes a atrincherarse en profundidad y a no renunciar a un solo set.

La batalla terminaría cuando Sato, el comandante de la 31º División, ordenase la retirada, ante la absoluta falta de suministros o refuerzos que sus tropas estaban padeciendo debido a que todos los recursos del XV Ejército japonés estaban concentrados en intentar expugnar Imphal, objetivo que, a pesar de todo, no se alcanzaría, obligando también al general Mataguchi a retirarse. La última y triunfalista ofensiva japonesa hacia la India había nacido muerta.

Autor: David Tabernero Sánchez para revistadehistoria.es

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