Juana la Beltraneja

Juana la Beltraneja era hija de Enrique IV y de Juana de Portugal y nace en Madrid el 28 de febrero de 1462. A pesar de no disponer de la bula papal para el matrimonio, dos meses después Juana la Beltraneja fue jurada en las Cortes de Madrid como princesa de Asturias y heredera del reino ante casi toda la nobleza.

Se sospechaba la ilegitimidad paterna de Juana porque Enrique IV demostraba desde su primer enlace con la princesa Blanca de Navarra su incapacidad para consumar el matrimonio por su posible impotencia. A pesar de que no existen pruebas médicas para declarar que Juana la Beltraneja no fuera hija legítima del rey, la mayoría de los historiadores apuntan y afirman su ilegitimidad y reconocen que su padre biológico fue Beltrán de la Cueva, el favorito de los reyes.

Juana la Beltraneja

Quizá las actitudes y posteriores acontecimientos que rodearon a la reina Juana de Portugal, la madre de Juana, corroboraron el adulterio de Juana con Beltrán ya que volvió a tener una relación ilícita con Pedro de Castilla, el guardián de la fortaleza de Coca donde Alfonso Fonseca tenía custodiada a Juana. Se queda embarazada durante la estancia en el castillo de Coca y después, durante la escapada, vuelve a quedar embarazada y convive con Pedro de Castilla, el sobrino de Fonseca.

La liviandad de la reina y la impotencia de Enrique IV fueron motivos suficientes para creer que su hija Juana no fue fruto del matrimonio. No obstante, existen historiadores que reconocen a Juana la Beltraneja como hija legítima del rey basándose en la «inseminación» practicada por el médico judío que atendía en la corte de Enrique. No era una técnica moderna como existe hoy, pero existía dicha práctica entre los médicos de origen judío.

Sí era cierto que el rey tenía muchos problemas de gobernación del reino, que la mayoría de la nobleza estaba muy descontenta con Enrique y que querían derrocar al monarca provocando una revolución política y social. Existió una fuerte tensión entre la familia Mendoza y el marqués de Villena. Los Mendoza apoyaban al monarca y la legitimidad de su hija Juana la Beltraneja por varias razones: Beltrán era el marido de la hija de Diego Hurtado de Mendoza, y por lo tanto formaba parte de su familia, además de que Mendoza fue quien puso a Beltrán al lado del rey sustituyendo a Juan Pacheco.

En el otro bando se encontraba el todopoderoso marqués de Villena, que manejaba al monarca desde su infancia. Los partidarios del marqués de Villena junto con otro personaje importante, el arzobispo de Toledo Alonso Carrillo, organizan la guerra civil. En 1464 reúnen a muchos nobles del reino en Burgos y presentan un manifiesto donde proclaman a Alfonso, hermanastro de Enrique IV, nuevo rey de Castilla.

La conocida como farsa de Ávila, ceremonia en la que destronan a Enrique IV, tuvo lugar el 5 de junio de 1465.  Ante la situación creada, Enrique accede y acepta nombrar a Alfonso como sucesor, pero Alfonso muere y entonces ponen en su lugar a su hermana Isabel. El rey accede a celebrar el encuentro de ambos bandos en Guisando para reconocer a Isabel como princesa de Asturias y heredera de la corona. La mala suerte acompañó a Juana la Beltraneja y no pudo heredar la corona de Castilla, y no solamente eso, sino que tuvo que vivir exiliada en el convento de Santa Clara de Coimbra.

Exiliada y vigilada por el peligro que suponía para el reinado de los Reyes Católicos en el caso de que reclamara su derecho a la sucesión de Castilla: casándose con algún rey podía provocar un gran trastorno a Isabel y a Fernando. La vida de Juana desde su nacimiento hasta su muerte transcurrió triste y desgraciada, aunque en la última etapa de Portugal pudo vivir algo mejor con el apoyo y el cariño de los reyes de Portugal, que eran sus primos (Manuel I y Juan II), y del hijo de estos (Juan III). Todos ellos respetaban mucho a Juana, no solamente por ser su prima, sino porque era la reina viuda de Alfonso V de Portugal y la hija de Enrique IV de Castilla, heredera de la corona de Castilla.

Durante su infancia sufrió la mala relación existente entre sus progenitores y tuvo que vivir bajo la custodia y la protección de la familia Mendoza lejos de su padre, en la fortaleza de Buitrago, propiedad del marqués de Santillana. Posteriormente, por el cambio de la situación política motivado por las revueltas, tuvo que estar bajo la custodia del marqués de Villena. En la última etapa estuvo cuidada por el arzobispo de Toledo Alonso Carrillo hasta su exilio en Portugal.

En 1465 Enrique IV reconoció la bastardía de su hija en la Sentencia de Medina del Campo; sin embargo, después del Tratado de los Toros de Guisando, al enterarse de que Isabel había casado con Fernando sin su consentimiento ni aprobación, canceló lo acordado en los Toros de Guisando y volvió a nombrar su hija Juana la Beltraneja como legítima heredera en Valdelozoya (1470), revocando lo pactado anteriormente. Para que Juana tuviera el futuro asegurado consigue cerrar el matrimonio con el duque de Guyena, hermano de Luis XI de Francia, aunque el proyecto no se pudo sacar adelante por la muerte del príncipe francés en 1472.

El 11 de diciembre de 1474 su padre muere sin dejar testamento, por lo que no existe última voluntad documentada en la que el rey nombrara heredera a su hija Juana. Algunos investigadores afirman que sí existió un testamento favorable a Juana como sucesora, pero que Fernando lo destruyó después de la muerte de su mujer Isabel la Católica. Enrique IV intentó casar a su hija en dos ocasiones por partida doble: la primera, o con Alfonso V de Portugal o con el hijo de este, Juan de Portugal; y la segunda, o con Enrique Fortuna, infante de Aragón, o con Fadrique, infante de Nápoles. En el mismo mes de la muerte de su padre, al subir su tía Isabel al trono de Castilla, comienza la guerra de Sucesión entre la banda isabelina y la juanista.

Al principio la banda juanista tuvo bastantes posibilidades de ganar la guerra porque la nobleza castellana, encabezada por Alonso Carrillo y el hijo de Juan Pacheco (marqués de Villena), organizó poderosos ejércitos junto con las tropas portuguesas de Alfonso V que entraron por Extremadura. La madre de Juana, la reina viuda Juana de Portugal, intervino para que su hermano Alfonso V de Portugal se casara con su hija para ser proclamados reyes de Castilla apoyados por la más destacada nobleza, encabezada por Carrillo y por Pacheco.

Y así en Plasencia se celebró el desposorio de Alfonso V con su sobrina Juana la Beltraneja, de 13 años, proclamándose reyes de Castilla. Comunican a Isabel y a Fernando que renuncien al título de reyes de Castilla, bajo amenaza de guerra en caso de que no consientan. Ante la negativa de Isabel y de Fernando, avanzan hacia el interior de Castilla tomando varias ciudades, entre ellas, Toro, Zamora y Arévalo, hasta llegar a Burgos. Juana se instala como reina en Toro, donde el ejército portugués tenía su cuartel general. La guerra estuvo a favor de las fuerzas de Portugal y de las de Carrillo, Estúñiga, Villena y otros nobles durante la primera etapa, con el consiguiente retroceso de las tropas de Fernando y de Mendoza.

Pero al final las tropas de Fernando, apoyadas por el ejército aragonés de Alfonso de Aragón, hermanastro de Fernando, ganan la plaza de Burgos y después consiguen derrotar al ejército portugués en Toro y desalojarles de la zona. Los portugueses empiezan a huir hacia la frontera y fue en Peleagonzalo, una localidad cercana a Toro, donde las tropas portuguesas fueron abatidas y donde la guerra fue favorable para Fernando. Aunque no se rindió totalmente el ejército portugués, que permaneció en las localidades de Castronuño, Cantalapiedra y otras zonas cercanas a Portugal, la suerte de Juana la Beltraneja se decidió negativamente con la derrota sufrida. La guerra continuará tres años más, hasta 1479, porque Alfonso V de Portugal intenta convencer a Luis XI de Francia para que declare la guerra a Castilla y que ayude a Portugal, pero no prospera la negociación.

Alfonso V vuelve a invadir Castilla hacia la zona de Talavera con la ayuda de Carrillo, pero fracasa de nuevo. El maestre de Santiago Alonso de Cárdenas destroza en Medellín a quinientos portugueses y a doscientos castellanos aliados. Además, el papa Sixto IV anula la dispensa para el matrimonio de Alfonso y Juana, a la vez que el rey de Francia reconoce a Isabel como la reina legítima mediante el Tratado de San Juan de Luz firmado el 9 de octubre de 1478. Isabel y Fernando iban ganando cada vez más posiciones con la incorporación de la nobleza rebelde a su obediencia, mientras que la banda juanista y Alfonso V de Portugal pierden la fuerza de apoyo castellano y no pueden maniobrar más.

La guerra termina con el triunfo de la banda isabelina, que impone a los portugueses y a los rebeldes vencidos condiciones inapelables con el Tratado de Alcaçovas, en septiembre de 1479, entre Isabel y Beatriz, tía de Isabel y madre del futuro rey de Portugal Manuel I. Juana tiene que elegir entre casarse con Juan, el heredero de Castilla, o meterse monja. Sin embargo, Portugal no perdía demasiado con el Tratado ya que mientras fracasaba en la guerra terrestre iba ganando la naval (reconquista de Ceuta), además de adquirir derechos sobre la hegemonía atlántica y el oro de Guinea. La única que perdió con el tratado de Alcaçovas y con el acuerdo de las Tercerías de Moura fue Juana la Beltraneja, que se sacrificó renunciando al derecho de sucesión al trono de Castilla.

Juana la Beltraneja decide retirarse al convento antes que casarse con el infante Juan, hijo de los Reyes Católicos. Es el monasterio de Santa Clara de Coimbra donde va a residir desde el 15 de noviembre de 1480 hasta el 1500 aproximadamente, pasando por otros conventos de clarisas de Portugal.

Juana tenía 18 años cuando tomó el velo y permaneció hasta la edad de 38 años. Durante ese periodo recibió el ofrecimiento de matrimonio, a pesar de sus votos irrevocables, de parte de Francisco Febo, hijo de Gastón de Foix y de Magdalena de Francia, hermana de Luis XI. La muerte de Francisco impidió seguir adelante con el matrimonio. También se dice que Fernando el Católico propuso casarse con Juana después de la muerte de Isabel en la batalla contra Felipe el Hermoso, pero que Juana no aceptó tal proposición.

A partir de 1500 Juana la Beltraneja empieza a salir del monasterio de vez en cuando y los reyes de Portugal le conceden el castillo de San Jorge para su residencia, con todo tipo de comodidad y servicio. Antes de morir testó su derecho a la corona de Castilla a favor de Juan III de Portugal. Siempre firmó «Yo, la reina» en sus documentos.

El 28 de julio de 1530 falleció a los 68 años de edad y fue enterrada en el monasterio de Santa Clara de Lisboa. El rey de entonces, Juan III (nieto de Alfonso V de Portugal) y la reina Catalina, hija de Juana la Loca (y, por tanto, nieta de Isabel la Católica), se pusieron de luto igual que si se hubiera tratado de un familiar muy cercano y mostraron su profundo dolor por la muerte de Juana.

Juana la Beltraneja fue querida en Portugal no solamente por los reyes, sino también por el pueblo, quizá porque la gente comprendía la injusticia que se le había hecho y por tener que pasar toda una vida triste y exiliada, a pesar de ser hija del rey de Castilla y esposa de Alfonso V de Portugal. Los portugueses la llamaron «la excelente señora» y los castellanos «la religiosa de Coimbra». Posiblemente fue la hija legítima de Enrique IV, pero las circunstancias de aquella época y la suerte apartaron a Juana de la sucesión de la corona de Castilla.

Autor: Yutaka Suzuki para revistadehistoria.es

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