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Juan Martín Díez, El Empecinado

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Retratado por el pintor Francisco de Goya y por el escritor Benito Pérez Galdós en una de sus novelas, Juan Martín Díez, natural de Castrillo de Duero (Valladolid), fue un militar español y otro de los muchos héroes forjados por la Guerra de Independencia Española.

Juan Martín Díez, El Empecinado

Este vallisoletano nació en 1775, cuyo apodo conocido como el Empecinado tuvo origen en el pueblo que nació, en referencia a las lagunas de cieno y barro en las afueras que recibían el nombre de pecinas. A todos los niños nacidos a orillas de aquellos oscuros humedales se les conocía con el nombre de empecinados, hijos humildes de la tierra oscura.

Sin embargo, es en el 1814 cuando se le dejó oficialmente usar el renombre de Empecinado para sí mismo o para sus herederos, el apodo sirvió posteriormente para referirse a todo aquel empeñado en conseguir un fin sin importar el obstáculo para conseguirlo.

Siendo hijo de un labrador bien posicionado, Juan Martín, que siempre había tenido gran predilección por las armas y una atracción muy particular con todo lo referente a lo militar, se alistó a los 18 años bajo las órdenes del General Ricardos en la campaña de Pirineos, también conocida como Guerra del Rosellón que enfrentó a la monarquía de Carlos IV de España y la Primera República Francesa (1793-1795).

El Empecinado comenzó a sentir cierta animadversión hacia todo lo francés tras el vencimiento de la campaña, así como una mayúscula formación militar en lo referente al manejo de las armas o la dirección de los soldados por parte de los oficiales. Tras la guerra en la que fue partícipe, Juan Martín volvió a retirarse a una vida más pausada y tranquila como labrador, en la que también se casó con Catalina de la Fuente.

Pero con la ocupación Napoleónica de 1808, el militar abandonó sus labores de campo  para tomar la decisión de combatir a los invasores. Su decisión se vio ensalzada cuando, como cuentan algunas fuentes, una mujer española fue el juego de un pequeño contingente de soldados franceses que buscaban cobijo en el pueblo de Fuentecen. Según cuenta la leyenda, los españoles los persiguieron a caballo hasta poder acabar con ellos.

Juan Martín Díez, El Empecinado. La lucha contra los franceses

Aquel suceso le marcó hasta lo más recóndito de su interior, y poco después organizó un grupo de guerrilleros compuesto por conocidos, vecinos, amigos y familiares que combatieron en varias guerrillas como bandoleros, optando en un primer momento por enfrentamientos abiertos en Cabezón de Pisuerga y Medina de Rioseco en Valladolid (1808) sin buenos resultados, pero que cambiaron la decisión del Empecinado y sus hombres de enfrentarse en frentes abiertos para hacerlo en sistemas de guerrillas donde sí tuvo excelentes resultados en Aranda de Duero, Sepúlveda o Pedraza con el fin de incidir en las comunicaciones francesas o en la llegada de suministros. Las noticias de su valía corrían como la pólvora por todo el territorio nacional, y no tardaron en verle como un gran hombre de arrojo y nervio. Muchos hombres se unieron a su causa.

Ya nombrado como capitán de caballería en 1809, El Empecinado continuó batallando en forma de guerrillas contra los franceses en sierras, ríos y bosques de Gredos, Ávila, Salamanca, Guadalajara o Cuenca.

Fue tal su grado de acción y el daño en los convoyes franceses, que el mismísimo Napoleón destinó personalmente al general Sigisbert Hugo para perseguir al Empecinado. Pero los fracasos del oficial francés fueron rotundos y decidió tomar como prisionera a la propia madre del guerrillero y algunos vecinos y familiares. No obstante aquello no frenó a Juan Martín, que amenazó con pasar a cuchillo a los prisioneros franceses que tenían bajo sus dominios, por lo que Sigisbert Hugo tuvo que ceder a las peticiones del militar español.

El general incluso le ofreció que se cambiase al bando francés tras el reconocimiento a su coraje, pero el militar español se negó en rotundo. El Empecinado incluso se planteó secuestrar al propio José Bonaparte, pues sabidos eran sus escarceos por las calles madrileñas en busca de tabernas. Pero el gran número de guardias que custodiaban al hermano de Napoleón le imposibilitaron aquel acto. En 1809 llevó a cabo la conocida “campaña del empecinado” en Aragón, con generosos resultados.

En 1811, al mando de 10.000 hombres que le habían sido otorgados por la regencia Gaditana, se podía afirmar que el Empecinado contaba ya con un ejército profesional al que dirigir para seguir sus batallas en montes y defendiendo pueblos de la ocupación francesa. Ese mismo año fue nombrado coronel de regimiento y posteriormente general, venciendo a los franceses en inferior de 2 a 1 en la ciudad de Alcalá de Henares. En 1812 tomó la ciudad de Guadalajara y tras la batalla de los Arapiles José Bonaparte abandonó Madrid.

Juan Martín Díez, El Empecinado. La restauración del absolutismo y el Trienio Liberal

Ya en el poder Fernando VII y la restauración del absolutismo, Juan Díaz se vio obligado a exiliarse por orden del monarca al considerarle enemigo liberal como a tantos otros. Asumió su destierro en Valladolid, pero el 1 de Enero de 1820 se unió al levantamiento de Riego cogiendo de nuevo las armas contra los realistas de Fernando VII. Llegó el Trienio Liberal (1820-1823) y el propio monarca firmó la constitución de Cádiz (La Pepa), la única que el empecinado consideraba justa.

Fue en ese período donde se nombró al Empecinado como Gobernador Militar de Zamora. Fernando VII en realidad se negó a rendirse y pidió ayuda a los aliados franceses ya bajo una monarquía tras la caída de Napoleón. 100.000 hijos de San Luis encabezados por el duque de Angulema, en la llamada Guerra de Lealtad, entraron en España y en 1825 Juan Díaz es hecho prisionero bajo una serie de vejaciones y torturas. Fue condenado a la horca y ese mismo año murió de una manera poco digna, poniendo fin a un héroe nacional que se levantó en armas contra la invasión napoleónica.

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Con Nombre Propio. El Empecinado

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