Corría el año 1258 cuando la fortaleza de la ciudad de Alcalá Sidonia, en la actual provincia de Cádiz, España, estaba siendo asediada por las fuerzas del infante don Juan, hijo de Alfonso X “El Sabio”.
En medio del caos y la desesperación, surge una figura determinante para la historia del medievo español: Alonso Pérez de Guzmán, conocido para la posteridad como Guzmán el Bueno.
Guzmán el Bueno
Guzmán el Bueno provenía de una familia de la nobleza menor del reino de León. Aunque existen diversas teorías sobre sus orígenes, se cree que nació en el año 1256. Se crió en una época en que la Reconquista, el proceso histórico de recuperación de los territorios hispanos del dominio musulmán, estaba en su etapa final.
Se destacó como un guerrero audaz y valiente desde su juventud, participando en varias campañas militares bajo el estandarte del rey Alfonso X. Su habilidad en el campo de batalla y su lealtad inquebrantable a la corona le valieron la confianza del monarca.
En 1294, durante el asedio de la fortaleza de Tarifa, Guzmán el Bueno realizó la proeza que lo inmortalizaría en la historia de España. El infante don Juan, después de su infructuosa tentativa en Alcalá Sidonia, decidió tomar la plaza de Tarifa, que en aquel entonces era una pieza clave en el control del Estrecho de Gibraltar.
Las crónicas cuentan que don Juan, en su desesperación por tomar la ciudad, amenazó con matar al hijo de Guzmán, a quien tenía cautivo, si la fortaleza no se rendía. Guzmán, en una demostración de su firme compromiso con el rey y su reino, arrojó su propio cuchillo desde las almenas para que don Juan ejecutase a su hijo, y continuó la defensa.
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