La dictadura del general Miguel Primo de Rivera (1923-1930) sufrió en 1929 un pronunciamiento militar que no logró el objetivo de derrocar el régimen pero este no era el primero con el que se enfrentaba el dictador (hubo otro, conocido como la Sanjuanada) .
En esta ocasión estuvo dirigido por el arma de artillería pero no contó con los apoyos militares suficientes para su triunfo. Si bien la magnificencia de las inauguraciones de las exposiciones universal e iberoamericana de Barcelona y Sevilla respectivamente parecía situar a la monarquía de Alfonso XIII y a su dictador Primo de Rivera en un momento de gran popularidad, la situación política se estaba deteriorando a marchas forzadas.
El final de la dictadura de Primo de Rivera y la caída de Alfonso XIII
Pero quizás la puntilla final a la dictadura la dio el propio ejército. Primo de Rivera, desesperado por su oscuro horizonte, enfermo de diabetes, lanzó el de 1930 un mensaje al generalato a través de la prensa, tanteando así el estado de opinión de sus posibles apoyos. La misiva acababa de la siguiente forma:
El ejército y la marina son los primeros llamados a manifestar si debo seguir siéndolo [dictador] o debo resignar mis poderes
El enfado descomunal del Rey por no haberle consultado antes a él la noticia no presagiaba nada bueno. Según el duque de Maura, las respuestas mostradas a la consulta reflejaban por un lado sorpresa y por otro sumisión al rey y a su dictador. Solo dos generales respondían fervorosamente a favor de Primo de Rivera. Otros denunciaban el procedimiento. Era el canto del cisne del viejo dictador. El día 28 de Enero el Presidente del Consejo de Ministros y dictador de España presentaba su dimisión irrevocable al Rey Alfonso XIII.
Este rápido e imprevisto final de la Dictadura supuso un golpe mortal para la monarquía que quedaría irremediablemente manchada por su apoyo al general. A pesar de que el rey trató de regresar a la normalidad constitucional lo más rápidamente posible, con el nombramiento del general Dámaso Berenguer como nuevo presidente (lo que se conoció como la dictablanda), con un gabinete que convocaría elecciones, primero municipales y posteriormente legislativas, nada se pudo hacer ya para levantar el prestigio perdido por las instituciones. El intento de hacer ver a la opinión pública de que se podía volver a 1923 “como si nada hubiese ocurrido” fue el principal error de Berenguer. Hubiese sido necesario un programa de reformas rápido y profundo como bien recomendó el ex ministro catalanista Francesc Cambó, enfermo de cáncer de garganta. Pero nada de eso se hizo, salvo pacificar al ejército con medidas de gracia y nuevos cargos a los díscolos. Sin embargo era insuficiente.
El 16 de Marzo fallecía el dictador en su exilio de París, aquejado mortalmente por la diabetes. La situación en España era de máxima tensión. Políticos de diversas tendencias acusaban ya abiertamente a la figura del monarca. Especial daño haría un discurso de Indalecio Prieto, líder del PSOE, en el Ateneo de Madrid. El desprestigio del Rey era total y algunos de sus antiguos seguidores derechistas como Miguel Maura o Niceto Alcalá Zamora se proclamaban abiertamente republicanos, dentro de una república “a la que pudieran servir gentes que han estado y están mucho más a la derecha mía” .
La izquierda ya había andado el camino hacia el cambio de régimen meses atrás confirmando su postura en el casino de San Sebastián el 27 de Agosto, en el conocido como “Pacto de San Sebastián”, en donde se acordaría un comité liderado por Alcalá Zamora, con objeto de tranquilizar al país por su carácter derechista, y se pondría la primera piedra para la edificación temprana de la república y el exilio voluntario del Rey después de aquellas elecciones municipales de 12 de Abril de 1931 que la oposición consideró “plebiscitarias”.
Comenzaba entonces la segunda experiencia republicana de nuestra historia.
Autor: Luis Pueyo para revistadehistoria.es
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Bibliografía: