En octubre de 1469 se celebra la boda semiclandestina de Fernando con Isabel de Castilla en casa de Juan Vivero, en Valladolid, después del complicado preparativo por parte del arzobispo Carrillo y de los enviados de Juan II.
Fernando tuvo que salir de Aragón disfrazado de mozo de mulas para atravesar la frontera, vigilada por los guardias de Enrique IV.
Del enfado de Fernando el Católico al famoso “tanto monta, monta tanto”
Mientras tanto, en Cataluña prosigue la guerra civil y su padre necesita la ayuda de Fernando. Tiene que dejar a Isabel con su hija recién nacida, también llamada Isabel, en Alcalá de Henares para volver a Aragón en 1472. Con apenas 20 años de edad tuvo que enfrentarse con problemas muy graves y complicados, no solamente en Castilla, sino también en su propio reino de Aragón. La situación de la Europa cristiana, encabezada por el nuevo papa Sixto IV, también atravesaba momentos de crisis por la amenaza turca, que estaba invadiendo la zona mediterránea cercana al norte de África. Era necesaria la unidad de los reinos cristianos para hacer frente a tal amenaza si se quería salvar a la comunidad cristiana.
El pontífice necesitaba contar con la colaboración de los reinos hispanos. Con este motivo envía al cardenal Rodrigo Borja, futuro papa Alejandro VI, como legado para comenzar los preparativos. Rodrigo era de origen valenciano, de Játiva, y fue sobrino del otro papa valenciano, Calixto III, llamado Alfonso Borja.
Los dos eran súbditos de la Corona de Aragón. Justo ese año de 1472 llega a Valencia como primera parada de su estancia en la Península. Después de una breve estancia en Valencia se traslada a Cataluña para entrevistarse con Juan II y el príncipe Fernando a finales de julio. Con la llegada del legado se van a resolver parte de los problemas que tenía Fernando.
El apoyo papal para la causa de la sucesión en Castilla fue fundamental. La bula que necesitaba para formalizar legalmente su matrimonio con Isabel se obtiene por mediación de Rodrigo, quien trae asimismo el nombramiento de Pedro González de Mendoza como cardenal de España. La familia Mendoza ocupaba las altas esferas de la nobleza, y Pedro González era el más potente de ellos, tanto que era considerado como un tercer rey.
En aquellos años dicha familia estaba al lado de Enrique IV y apoyaba la causa de Juana la Beltraneja en contra de Isabel y Fernando. Pero el nombramiento del cardenal y la recomendación del legado papal hacen que cambien de bando y pasen a apoyar a Isabel y Fernando. Este cambio fue decisivo para el futuro del matrimonio de Fernando e Isabel. En el mismo año 1472 se termina la guerra civil catalana con la capitulación de Barcelona ante Juan II, dando fin a diez años de lucha. Una vez terminada la guerra civil comienza la de Perpiñán contra Francia.
Juan II se encierra en la fortaleza de Perpiñán, capital del Rosellón, resistiendo a los sitiadores franceses. Fernando acude con tropas castellanas y otras de Aragón, Valencia y Cataluña, libera a su padre y persigue a los ejércitos franceses en junio de 1473. Francia se retira de la zona de Perpiñán y solicita una tregua a corto plazo. Fernando se la concede en contra de la opinión de su padre.
Estando este en Zaragoza recibe la noticia de la muerte del rey por boca del arzobispo Carrillo antes de que llegue la carta de su esposa, que no lo hará hasta dos días después. El 21 de diciembre llega otra carta de Isabel informando de que ella se ha proclamado reina. Fernando se siente molesto por el hecho de que Isabel no haya esperado su regreso. Con disgusto contenido, Fernando se dirige a Segovia y pasa la navidad en Almazán. El frío intenso en el camino hará que su comitiva no llegue hasta el 2 de enero de 1475. Durante la primera quincena de enero se prepara la Concordia de Segovia para dejar constancia del estatus de Fernando como rey de Castilla. La nobleza castellana no estaba dispuesta a conceder los mismos derechos de Isabel a Fernando, por lo que solamente le declaraba legítimo esposo y rey consorte sin poder ni autoridad.
El asesor abogado de Fernando, proporcionado por su padre Juan II, no se opuso a esa posición secundaria de su estatus, que le relegaba de la máxima autoridad de la corona de Castilla y León, porque Juan II tenía la urgente necesidad de recibir la ayuda de Castilla para salvar el Rosellón de los franceses, y la obtención de lanzas castellanas era más importante que el estatus de Fernando en el reino. Las cláusulas de la Concordia, recogidas en la Historia crítica de la vida de Fernando II de Aragón de Jaime Vicens Vives, son las siguientes:
1) Intitulación.
2) Homenajes.
3) Rentas de Castilla.
4) Rentas de Aragón.
5) Administración de Hacienda.
6) Mercedes y oficios.
7) Maestrazgo y dignidades eclesiásticas.
8) Administración de Justicia.
9) Provisión de corregimientos de villas y ciudades.
Exceptuando las cláusulas 1), 7) y 8), Fernando no tenía poder para ejercer como rey, derechos reservados en exclusividad a la reina. Aunque todo estaba conforme y fallado por Mendoza, por Carrillo (cardenal y arzobispo de Toledo), y rubricado por los grandes castellanos, Fernando se siente defraudado, discute con Isabel y la convence de que lo acordado por la nobleza no es justo para él.
Después de cerca de cuatro meses de malestar, llegando Fernando incluso a pensar en dejar Castilla y volver a Aragón, ambos llegan a feliz término con la cancelación de la Concordia y dando plenos poderes a Fernando el 28 de abril de 1475.
El famoso «tanto monta, monta tanto» fue consecuencia de la necesidad real a la que Castilla se enfrentaba: la guerra de Portugal y la situación del reino, que no se presentaba nada segura debido al sector de la nobleza que apoyaba la causa de Juana la Beltraneja como la sucesora legítima, lo que hacía que estuviera a punto de estallar la guerra civil.
En esa coyuntura, Isabel no podía estar discutiendo sobre el estatus de su marido, sino que debía conseguir una unidad fuerte para proteger el reino. La rapidez con que fue proclamada reina fue obra de Mendoza, precisamente teniendo en cuenta el potencial de los adversarios de Isabel. A pesar de que la mayoría de los nobles estaban al lado de la reina, en contra del bando isabelino se registraban importantes nombres: el marqués de Villena (que custodiaba a Juana), sus primos Rodrigo (maestre de Calatrava) y Juan Téllez-Girón (conde de Urueña), Álvaro de Zúñiga (duque de Arévalo y conde de Plasencia), el duque de Valencia y Gijón, Juan de Acuña y el marqués de Cádiz Ponce de León.
Hay que añadir a esta lista al influyente arzobispo de Toledo Alonso Carrillo, que cambió de bando y apoyó a Juana porque no estaba conforme con el nombramiento de su rival Mendoza como cardenal. Los intereses personales de la nobleza se ponían por encima del interés del reino, algo habitual en la Edad Media, sobre todo en el reinado de Enrique IV, donde el marqués de Villena fue quien manejó al rey como una marioneta. Carrillo en principio apoya a Isabel y organiza su sucesión para así poder manejar el reino a su antojo, pero al ver que su rival Mendoza entra en escena chocando con sus intereses, se cambia de partido sin escrúpulo.
Para acabar con la banda isabelinafernandina, que apostaba por ellos como los futuros reyes de Castilla, la nobleza rebelde, encabezada por Carrillo y Pacheco, entra en negociación secreta con Alfonso V de Portugal y le ofrecen el matrimonio con la que para ellos iba a ser la reina de Castilla, Juana la Beltraneja. En la escena internacional, Francia se acerca a Portugal para formar una alianza contra Castilla mientras la capital del Rosellón, Perpiñán, capitula el 10 de marzo de 1475 porque no pudo resistir el ataque francés. Aún quedaba la esperanza de parar la guerra civil si Carrillo volvía al bando isabelino.
Isabel se dirige personalmente al lugar de residencia de Carrillo para intentar reconciliarse con él, pero este se niega a entrevistarse con ella. En mayo de 1475 la guerra ya era inminente porque el rey portugués decide cumplir el compromiso adquirido con el marqués de Villena para invadir Castilla con su ejército. Isabel declara rebeldes a Villena y a sus amigos el duque de Arévalo, el maestre de Calatrava y el conde de Urueña. Las tropas portuguesas entran por la frontera cercana a Plasencia, toman Toro e intentan llegar hasta Burgos. Fernando prepara un ejército compuesto por los grandes nobles castellanos, superiores en número pero poco disciplinados, debido a que no existía la armonía necesaria entre soldados de distintos jefes que hasta hace bien poco habían sido rivales y enemigos. El 15 de julio del mismo año Fernando parte para Toro dejando testamento a Isabel, por si muriera en combate, antes de salir al encuentro del ejército portugués. El primer encuentro fracasa y Fernando debe dar la orden de retirada a sus tropas, abandonando Toro para evitar pérdidas humanas innecesarias.
Esta retirada estratégica no fue del agrado de Isabel, que esperaba recibir noticias de la victoria y no conocía la estrategia militar que los expertos recomendaban a Fernando. La estrategia de este era primero acabar con la fortaleza de Burgos, que servía de punto de encuentro del ejército portugués con las tropas francesas. De cualquier modo llegarían pronto para asegurar la retaguardia cuando se iniciara el combate en Toro. Consigue tomar Burgos con la ayuda de su hermanastro Alfonso de Aragón (hijo de Juan II y Leonor de Escobar), que encabezaba el ejército castellano-aragonés. A continuación tomó Zamora, consiguiendo tranquilizar al bando isabelino, a la vez que sembraba el desconcierto entre los partidarios de Villena y los portugueses. En 1476 la ciudad de Toro se rinde, excepto el castillo-fortaleza.
Al constatar la victoria de Fernando sobre Toro, donde la cabeza del ejército portugués tenía su sede, se producen nuevos cambios de bando. El duque de Arévalo, Álvaro de Zúñiga, viene a ofrecer su apoyo al bando isabelino-fernandino y los Reyes le conceden el título de duque de Plasencia a cambio del de Arévalo como compensación por su obediencia. A continuación, Villena y Carrillo se suman a la obediencia a los Reyes, aunque con Carrillo no se llega a un acuerdo definitivo y más tarde volverá con el rey portugués en otra muestra de rebeldía.
Al término de la toma de Toro, se reúnen las Cortes de Madrigal en 1476 con la asistencia de los principales nobles castellanos y se crea la Santa Hermandad. Fernando recomienda a su hermanastro Alfonso de Aragón como eje de la organización, premiándole por la victoria de Toro. Parecía que la guerra civil iba a terminar con la victoria de Toro, pero los rebeldes, apoyados por Portugal, seguían aún en varias localidades cercanas a la frontera portuguesa, concretamente en la villa de Cantalapiedra.
En ese reducto se agrupaban los huidos de Zamora y Toro. Allí se concentraban y construían la base de unión con la frontera portuguesa con vistas a un posible avance hacia el interior de Castilla. La distancia entre Madrigal y Cantalapiedra es de tan solo 15 km, por lo que Isabel pide a Fernando que acabe con ese reducto.
Autor: Yutaka Suzuki para revistadehistoria.es