La población y los gobiernos de los Estados Unidos, prácticamente desde su formación como país, desarrollaron una política de civilizadora hacia las tribus y naciones indias, pero normalmente por medio de la imposición por la fuerza de los hábitos europeos. Esa política llegó a tener cierto éxito en cuanto a la asimilación de la cultura europea por parte de las denominadas como 5 Naciones Civilizadas, a las cuales pertenecían los Cherokee, los Creek, los Choctaw, los Seminola y los Chickasaw. Pero el hambre de tierras y el descubrimiento de oro en sus territorios originales provocó una fuerte presión ejercida por parte de los colonos blancos sobre las tierras que habitaban, y los conflictos generados proporcionaron la excusa al gobierno federal bajo la presidencia de Andrew Jackson para justificar su traslado forzoso a un nuevo enclave al oeste del río Mississippi a comienzos de la década de 1830. Ese enclave sería denominado como Territorio Indio.
Este traslado, realizado sin ninguna preparación previa y con un escasa o nula preocupación por parte de las autoridades gubernamentales por las condiciones de vida de los indios, fue conocido como el Sendero de Lágrimas. Este viaje, que realizaron hombres, mujeres, niños y ancianos bajo condiciones pésimas, supuso un desastre humanitario y provocó la división de los propios indios entre los que se mostraron favorables o contrarios al traslado. De esta manera se habitó el llamado Territorio Indio, equivalente al actual estado de Oklahoma, donde fueron establecidos en primer lugar los que decidieron trasladarse desde el principio, que recibieron una mayor cantidad de tierras y de mejor calidad. Aquellos que se resistieron al traslado, acudiendo a los tribunales estadounidenses y peleando judicialmente, finalmente tuvieron que trasladarse años más tarde, y recibieron tierras de peor calidad, lo que hizo aumentar la división interna de las tribus.
Este conflicto interno se visualiza en la rivalidad entre los líderes de los dos “partidos”, Stand Watie y John Ross, que protagonizaron durante la década de 1830 algunos de los conflictos más violentos dentro del Territorio Indio. Estos partidos no tenían un objetivo político concreto, sino que más bien se dedicaban a defender los intereses de sus seguidores, especialmente a nivel económico.
Las líneas de discordia entre ambos hombres y sus respectivos seguidores se extendieron a cuestiones como la pureza de sangre y la esclavitud, además del conflicto por las tierras y el apoyo o no al traslado forzoso. Ni siquiera las intervenciones del gobierno federal como mediador en las disputas ayudaron a resolverlos, aunque los esfuerzos dedicados para ello fueron escasos.
No fue hasta 1846 y tras varios asesinatos, cuando ambos líderes firmaron un Tratado de Paz a través del cual se perdonaban los crímenes cometidos y se reconocían los derechos a la tierra de aquellos que habían llegado más tarde al Territorio Indio. Sin embargo, el estallido de la Guerra de Secesión provocó nuevas divisiones en las sociedades indias, que volvieron a salir a la luz, y esta vez de una forma mucho más violenta, durante los años que duró el conflicto.
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