El general Willoughby. Un espía en la corte de El Pardo

España estaba condenada al aislamiento internacional desde que, el doce de diciembre de 1946, la Asamblea General de la ONU recomendó la prohibición de su participación en las Agencias de Naciones Unidas y la retirada de embajadores de Madrid. Pero las circunstancias internacionales fueron cambiando.

La Unión soviética expandía su influencia por Europa: en 1946 Yugoslavia y Bulgaria caían bajo influencia soviética, en 1947 Hungría y Rumanía.  Un año después tomaron el control de Checoslovaquia y en junio se iniciaban el bloqueo de Berlín. Europa estaba convencida de la inminencia de una guerra.

El general Willoughby. Un espía en la corte de El Pardo

El peligro de expansión soviética hacia España era anticipado, ya en 1946, por el embajador americano en Moscú, George Kennan. Para éste, en Rusia se veía a España como candidato a la revolución por la similitud de sus condiciones sociales y económicas con las rusas de 1917. Por otra parte, una España comunista flanquearía políticamente a Francia e Italia (donde había importantes partidos comunistas), sirviendo también de puente con el norte de África y hacia las repúblicas sudamericanas; además, controlar España le permitiría a Rusia el dominio del Estrecho de Gibraltar.

Para EE.UU. era imprescindible contar con España por su valor estratégico como entrada al Mediterráneo y vía de comunicación entre continentes; Además, serviría como base de retaguardia si las defensas del Rin fuesen sobrepasadas. Esa importancia estratégica se reflejaba en el documento U.S. Policy Toward Spain, donde se recomendaba trabajar en la normalización de las relaciones, políticas y económica, con España.

Culbertson, encargado de negocios en Madrid, advertía que

“…Cualquier cambio abrupto en España conlleva riesgos de revolución, la solución segura es la evolución. No propongo compromisos, pero si eres “simpático” (en español en el original) puedes conseguir mucho en España: una aproximación a Franco puede rendir dividendos en nuestro interés”[1].

En junio de 1951, el Presidente aprobó la estrategia respecto a España con instrucciones para el inicio de conversaciones. El almirante Sherman acudió en julio a Madrid a entrevistarse con Franco para acordar la constitución de un grupo negociador.

Entretanto, la CIA urgía al general Willoughby a desplazarse a España. Charles Willoughby, nacido como Adolph Weidenbach en Heidelberg (Alemania), había sido hasta fecha reciente responsable de las operaciones de Inteligencia del general MacArthur, primero en la guerra contra Japón, posteriormente en la de Corea. En su etapa en Filipinas había entrado en contacto con la colonia española, y en particular con Andrés Soriano, cónsul en Manila y reconocido partidario de Franco durante la Guerra Civil.

A la llegada de Willoughby a Madrid, en enero de 1952, informaba que llegaba en “misión oficial sobre la que prefería no hablar por el momento[2]. Durante su estancia mantuvo diversas reuniones con personalidades del Régimen. En sus intervenciones públicas, tanto resaltó la importancia estratégica de España, como alabó al estamento militar, la Iglesia y la industria Vizcaína (pilares del Régimen). No sorprende que se encomendase la misión de allanar el camino para las negociaciones a un militar, reconocido anticomunista, del que era pública su simpatía hacia Franco, de quien decía que era el segundo mejor general en el mundo (tras MacArthur).

En un ambiente favorable, poco después llegaba el embajador MacVeagh y se iniciaban las negociaciones que concluirían con los Pactos de Madrid en septiembre del año siguiente.

Autor: F. Acosta para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

[1] https://history.state.gov/historicaldocuments/frus1950v03/d685 (visto el 08.01.2001).

[2] La Vanguardia Española, “Brillante discurso del general norteamericano Willoughby”, 24/01/52, p. 3.

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