El curioso caso de Phineas Gage

El 13 de septiembre de 1848 la vida de Phineas Gage, joven capataz de 25 años que trabajaba en la construcción del ferrocarril Rutland & Burlington Railroad en Cavendish (Vermont, Estados Unidos), se vio modificada para siempre.

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Ese día, como era habitual en su trabajo, debía volar unas rocas con explosivo para permitir el paso de las vías del tren. Pero un error en la mezcla provocó que la explosión ocurriera de repente y que una barra de hierro (de alrededor de un metro de largo y 3 centímetros de diámetro) saliera disparada alcanzado a Gage, e ingresando por el pómulo izquierdo, por debajo del ojo, y saliendo por el centro del cráneo. Pero, curiosamente, Phineas sobrevivió.

El curioso caso de Phineas Gage

A los pocos minutos del accidente, recuperó la consciencia. Fue capaz de ponerse de pie y montar a caballo hasta la ciudad, donde se presentó en un consultorio médico diciendo:

“Doctor, creo que voy a darle bastante que hacer”[i].

Unas semanas después tuvo un absceso en el lóbulo frontal y mucha fiebre, pero se le curó al poco tiempo. También perdió el ojo izquierdo. Aunque una parte de sus lóbulos frontales había desaparecido, fue capaz de recobrar la mayoría de sus habilidades mentales y en 1849 fue declarado “completamente recuperado”.

El doctor John Martyn Harlow, quién documentó el caso Gage, señaló que tras escasas 10 semanas las funciones del cerebro de Gage parecían haberse recuperado, como si los tejidos celulares del cerebro hubiesen sabido reorganizarse para compensar la ausencia de varios centímetros cúbicos de lóbulo frontal. Sin embargo, al doctor Harlow le llamó la atención una cosa: aunque el capataz no parecía tener déficits intelectuales, su personalidad parecía haber cambiado a raíz del accidente y no volvería a ser el mismo por el resto de su vida[ii].

Cuando Gage retomó al trabajo, sus compañeros comenzaron a notar que ya no se trataba de la persona amable, cordial y eficiente que siempre había sido. El doctor Harlow escribió que después del accidente, Gage se volvió

“inconstante, irreverente, se entrega a veces a las blasfemias más groseras (algo que no acostumbraba hacer anteriormente), manifiesta poca deferencia hacia sus semejantes, muestra impaciencia cuando el comedimiento o los consejos entran en conflicto con sus deseos, a veces es pertinazmente obstinado, y sin embargo también caprichoso e indeciso; idea muchos proyectos que abandona de repente para pasar a otros en apariencia más factibles. Es un niño en su capacidad intelectual y en sus manifestaciones, aunque posee las pasiones animales de un hombre hecho y derecho. Antes del accidente, aunque no había asistido a la escuela, poseía una mente bien equilibrada, y aquellos que le conocían le consideraban astuto e inteligente en su trabajo, muy enérgico y tenaz a la hora de ejecutar sus planes de actuación. En este aspecto su mente cambió de un modo tan radical que sus amigos y conocidos decían que «ya no era Gage»”[iii].

Pronto dejó su puesto en el ferrocarril y comenzó a trabajar en el Barnum´s American Museum (Manhattan, New York) y en diversos espectáculos circenses, exhibiéndose junto a la barra de metal que le había atravesado la cabeza. En los años posteriores estuvo viviendo en Valparaíso (Chile), donde trabajó como conductor de carruaje, y en Inglaterra. Finalmente regresó a los Estados Unidos, donde vivió con su madre y su hermana en California. Allí murió tras varios ataques de epilepsia el 21 de mayo de 1860, a los 37 años.

Años más tarde, el doctor Harlow pidió permiso a la hermana para exhumar el cadáver y recuperar el cráneo. Este, junto con la barra de hierro del accidente, terminó expuesto en el Museo de la Facultad de Medicina de la Universidad Harvard. La importancia del caso de Phineas Gage para la psicología y las neurociencias radica en que fue el primero en demostrar la relación entre los lóbulos frontales y la personalidad, y la capacidad del cerebro para compensar las lesiones al realizar las partes sanas del cerebro aquellas funciones que antes realizaban las que ahora están dañadas, lo que hoy se denomina neuroplasticidad.

Lamentablemente, el caso Gage también sirvió como antecedente para una técnica brutal que se aplicó durante décadas a personas con enfermedades psíquicas y neurológicas: la lobotomía. Desarrollada por el médico y político portugués Antonio Egaz Moniz, esta técnica consiste en la destrucción total o parcial de las fibras nerviosas de los lóbulos frontales sin ablación, en caso contrario hablaríamos de lobectomía[i]. Se aplicó por primera vez a seres humanos en 1935 y hasta su prohibición en 1967, se aplicó a alrededor de 50 mil personas. Quienes eran lobotomizados mostraban disminución de sus conductas violentas, pero también perdida de funciones cerebrales y desconexión con el ambiente, por lo que muchos gobiernos la utilizaron como técnica de control social.

El caso de Phineas Gage fue recuperado en 1994 por otro neurólogo portugués, Antonio Damasio. En su “Teoría del marcador somático” sostiene que existe una relación entre los lóbulos frontales, la emoción y la toma de decisiones. Para probar esto realizó estudios del cráneo conservado en Harvard y simulaciones computarizadas junto con la investigadora Hanna Damasio. Estas investigaciones quedarían plasmadas en el libro El Error de Descartes[ii].

Por otro lado, John Darrell Van Horn y su grupo de la Universidad de California (UCLA) realizaron estudios avanzados para seguir la trayectoria de la barra por el cerebro de Gage y ver todas las áreas que resultaron afectadas[iii]. Hoy se consideraría a Phineas Gage como un caso de Síndrome Prefrontal, que se afecta las funciones cognitivas más complejas y evolucionadas del cerebro humano.

A 170 años del trágico accidente que sufrió el joven Phineas Gage, su caso sigue siendo objeto de estudio y ha aportado al conocimiento del órgano más enigmático y complejo de nuestro cuerpo: el cerebro.

Autor: Luciano Andrés Valencia para revistadehistoria.es

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