El Asedio Otomano Malta y el Socorro español de 1565

En el cenit del siglo XVI, la Monarquía Hispánica, que se extendía por las cuatro partes del mundo entonces conocidas, se enfrentaba a desafíos en frentes múltiples, desde la revuelta en los Países Bajos hasta la consolidación de las posesiones en América.
Sin embargo, la atención prioritaria de la Corona en la década de 1560 se centró dramáticamente en el Mediterráneo, donde la amenaza del Imperio Otomano representaba un peligro existencial para la estabilidad de los dominios del sur de Europa.
La posición estratégica de la península Ibérica, convertida en un cruce de caminos navales para las rutas que discurrían de norte a sur y de este a oeste, hacía ineludible la puesta a punto defensiva.
En este contexto de tensión, el asedio otomano de la isla de Malta en 1565 emergió como un punto de inflexión decisivo, una prueba de fuego para la capacidad militar y la voluntad defensiva de Felipe II y la Cristiandad occidental.
El Asedio Otomano Malta y el Socorro español de 1565
El Asedio Otomano Malta y el Socorro español de 1565

El Sitio de Malta

El Imperio Otomano se cernía sobre las fronteras de la Monarquía, haciendo que los ataques piráticos en el Mediterráneo fueran constantes. Esto obligó a Felipe II a mantener una defensa operativa en Italia y en el Mediterráneo para frenar al islam. De hecho, la defensa de sus posesiones mediterráneas se había convertido en una necesidad forzosa, especialmente tras el desastre de Los Gelves en 1560. La pérdida de Los Gelves había sido un trago “amargo” para la corte, que había abandonado “miserablemente a tantos hombres buenos” sin hacer nada por paliarlo, lo que obligó a Felipe II a llamar a 3.000 veteranos españoles de los Países Bajos para el Mediterráneo y garantizar la seguridad de sus dominios. Esta decisión privó a sus ministros en Bruselas de un instrumento vital para el control de los Países Bajos, demostrando la prioridad estratégica que el monarca daba al frente sur.
La atención del rey se había centrado en el sur ya en 1562, cuando publicó una pragmática sobre los caballeros cuantiosos con la intención de mantener la utilidad de este grupo para defender las fronteras y las costas frente al turco. La amenaza se agudizó en 1563, cuando las fuerzas otomanas sitiaron el presidio español de Orán, obligando a Felipe II a concentrar toda su atención y recursos en el Mediterráneo. La preparación de una expedición de ayuda a Orán costó más de 600.000 ducados, y aunque las fuerzas de Felipe lograron liberarla, la coordinación de estas operaciones obligó al rey a permanecer en España, ya que Castilla era “el principal miembro de donde se han de curar y reparar y socorrer los otros”.
En 1565, la inminencia del asedio otomano sobre Malta, cuyo ataque se esperaba de un momento a otro, era un tema de discusión en la corte. Entre el “aluvión de problemas” que preocupaban a Felipe en la década de 1560, como la planificación de la tercera sesión del Concilio de Trento o la oposición en sus dominios, la defensa del Mediterráneo contra los turcos era el más apremiante para los madrileños.
El Asedio Otomano Malta y el Socorro español de 1565
El Asedio Otomano Malta y el Socorro español de 1565

La Defensa del Sur y la Amenaza Constante

La Monarquía de Felipe II, con su colosal extensión de territorios, encontraba “vecindades peligrosas” allá por donde se extendía. En el Mediterráneo, la defensa era clave, apoyada por una red de fortalezas estratégicas. Por ejemplo, en el litoral meridional de la península, Gibraltar y Cádiz estaban fortificadas en función de su importancia. Además, Cartagena era el único puerto capaz de abrigar a una gran flota, y sus defensas habían sido reforzadas por Vespasiano Gonzaga. En el norte de África, la otra frontera española, cinco fortalezas (Orán, Melilla, Mazalquivir, La Goleta y el Peñón de Vélez) estaban “como clavadas en los ojos de los moros”. Don Martín de Córdoba, por su actuación en la defensa del fuerte de Mazalquivir en 1563, había merecido una recompensa que el príncipe Don Carlos deseaba que su padre le asignara, lo que subraya la importancia de estos presidios en la estrategia mediterránea.
A pesar de que la estrategia africana, basada en un rosario de plazas fuertes, se convirtió en una carga muy pesada para la Corona debido a la necesidad de aprovisionamiento exterior, estas posiciones resultaban cruciales. La Proveeduría General de las Armadas de África, con sede en Málaga, era clave en la logística, enviando varias veces al año barcos llenos de vituallas y pertrechos para abastecer a las guarniciones. La necesidad de proteger este escenario mediterráneo y norteafricano fue tan determinante que, a pesar de que el duque de Alba argumentaba contra emprender la guerra contra Inglaterra, la defensa del Mediterráneo, frente a la “Armada del Turco tan pujante”, debía tener prioridad, haciendo que la voluntad del rey se conformara con el poder disponible.
La revuelta en los Países Bajos se consideraba una “gomia que consume el dinero y gente de España”, y la incesante lucha contra los otomanos drenaba los recursos necesarios para otros frentes. El rey debía atender primero a las mayores y más forzosas necesidades. Por ello, cuando el asedio otomano de Malta comenzó el 18 de mayo de 1565, la respuesta de la Monarquía se movilizó, consciente de que un fracaso en este enclave podría desestabilizar toda la región.

El Rey del Papel y las Decisiones Estratégicas

Felipe II, conocido como “el rey del papel”, dedicaba una atención minuciosa a todos los asuntos de la Monarquía, desde los más grandes hasta las “menudencias”. Su estilo de gobierno, caracterizado por el control riguroso y la necesidad de consultarlo todo por escrito, generaba un inmenso volumen de documentación. Se ha calculado que el rey revisaba unos cuatrocientos documentos diarios y que algunos días pasaban por su escritorio hasta dos mil. Esta meticulosidad se aplicaba también a la planificación militar y estratégica.
En el contexto de la defensa de Malta, la gestión de Felipe II se vio bajo la presión de las constantes demandas de dinero y recursos, siendo la hacienda real constantemente “asfixiada por el déficit”. Los ministros advertían al rey de que no se podía llevar siempre el dinero desde España para sostener la guerra en Flandes o en el Mediterráneo, y que era más que necesario que se estableciera una “renta firme, cierta y perpetua” en cada estado. El rey temía que su Monarquía, si no se hallaba remedio a la crisis financiera, podría caer “muy presto”, y creía que la solución consistía en tres puntos, todos ellos centrados en que la Hacienda Real pudiera bastar para los gastos.
Sin embargo, a pesar de las críticas de sus ministros, quienes se quejaban de que perdía el tiempo en cosas que “no montan un alfiler”, el rey mantenía el control personal sobre las decisiones cruciales. En la gestión militar, desde 1560, se había tendido a organizar los tercios con 3.000 hombres, aunque lo más normal era que tuvieran 1.500. La presencia militar española era fundamental, pero el factor económico siempre era limitante. Por eso, el rey debía decidir cuándo y cómo desviar recursos, priorizando la lucha contra el turco sobre otros frentes.
Cuando las operaciones militares lo requerían, Felipe II demostraba una impresionante capacidad de conocimiento y dirección. Tenía nociones de navegación, estrategia y fortificación. Aunque a veces se sentía “hecho pedazos” por el cansancio y la acumulación de papeleo, su visión estratégica le permitía concentrar sus recursos cuando era necesario. La necesidad de defender los presidios norteafricanos y el Mediterráneo era una prioridad que condicionaba la política exterior, obligándolo a afrontar demasiados frentes simultáneamente, desde Bruselas hasta Filipinas.
El Asedio Otomano Malta y el Socorro español de 1565
El Asedio Otomano Malta y el Socorro español de 1565

La Proyección de la Majestad en la Victoria

La liberación de Malta en 1565 fue un triunfo que se consideró crucial para la Cristiandad. Este éxito se convirtió inmediatamente en un elemento clave en la construcción de la imagen pública de Felipe II como el “Rey católico”, defensor de la fe y de la Monarquía, sobre todo en el contexto de la “leyenda áurea”.
Aunque Felipe II tuvo que enfrentarse a una intensa campaña de propaganda en su contra, conocida como la leyenda negra, que lo retrataba como tirano, cruel e intolerante, los éxitos militares contra los turcos eran innegables. La victoria en Malta, lograda por las fuerzas españolas, y más tarde, la victoria en la batalla de Lepanto, marcaron grandes ocasiones para difundir la imagen del rey. El socorro a la isla de Malta fue un evento utilizado para exaltar el comportamiento del rey, según Lorenzo van der Hammen, uno de sus apologistas.
Un ejemplo palpable de esta proyección de poder y majestad se encuentra en los arcos triunfales erigidos en Madrid en 1570, con motivo de la entrada de la reina Ana. Uno de estos arcos estaba “dedicado a la magestad del rey don Philippe II” y mostraba dos virtudes suyas: la “religión” y la “clemencia”. Entre las imágenes que ilustraban su religión se encontraba una representación de la liberación de Malta por las fuerzas españolas en 1565. Esta elección de ilustrar la liberación de Malta no era casual, sino que respondía a la necesidad de construir una imagen de un monarca que garantizaba la seguridad del Mediterráneo y la defensa de la fe católica. La difusión de la imagen real se lograba a través de escudos reales repartidos por todo el imperio y retratos grabados en libros y hojas sueltas.
Los cronistas y apologistas del rey se esforzaron en ensalzar las virtudes de Felipe II, como su sentido religioso y su fe. La Monarquía se presentaba como una entidad destinada a un fin trascendente, donde la universalidad del catolicismo se cumplía en el Imperio español. Los triunfos sobre el turco, incluyendo Lepanto y, por extensión, la defensa de Malta, eran argumentos recurrentes para exaltar la Monarquía.
Así, los triunfos obtenidos en el Mediterráneo sirvieron para contrarrestar la crítica y la sátira provenientes de sus enemigos. La victoria en 1565, aunque solo mencionada tangencialmente en los archivos de la corte debido a la tendencia del rey a mantener asuntos cruciales en secreto o por la destrucción deliberada de documentos confidenciales, fue un éxito que le permitió asegurar sus fronteras y concentrarse en el siguiente gran conflicto: el apoyo a la Santa Liga y la decisiva batalla de Lepanto de 1571. El hecho de que el rey se opusiera a cualquier acuerdo con los “infieles” por considerar que su palabra no era de fiar, reforzaba la idea de que su política se basaba en la fuerza para defender la fe, una postura que la victoria de Malta ayudó a validar. La firmeza de Felipe II en la defensa del catolicismo era un atributo que se mantuvo constante en las valoraciones hechas sobre su figura, junto con su sagacidad política y su rol como amenazador del protestantismo.
El esfuerzo defensivo en el Mediterráneo fue crucial para la supervivencia de la Monarquía, y Felipe II movilizó recursos ingentes, tanto económicos como humanos, para tal fin. La persistencia de la Monarquía, a pesar de los desafíos y la propaganda en contra, es un testimonio de la eficacia de la organización militar y de la voluntad real para priorizar la seguridad de sus dominios católicos.
La defensa de Malta en 1565 fue un momento en que la Monarquía Hispánica demostró su poder y su capacidad para operar a gran distancia y con gran disciplina. Este triunfo aseguró temporalmente el control del Mediterráneo occidental y reafirmó el papel de Felipe II como el escudo de la Cristiandad contra el avance otomano. Este suceso, junto con las victorias posteriores, confirmó que el Imperio, pese a su extensión y sus múltiples focos de conflicto, podía responder con contundencia a las amenazas más graves. Aquellos que recorren hoy los territorios antes vinculados a la Monarquía Hispánica, como las calles de Cartagena de Indias o la imagen impresionante de San Lorenzo de El Escorial, pueden meditar sobre el alcance de las decisiones y las obras públicas que se levantaron bajo el reinado de Felipe II, un monarca que gobernó un imperio donde, por primera vez en la historia, no se ponía el Sol.
La defensa de Malta se inscribe así en la serie de episodios que cimentaron la reputación de la Monarquía como una potencia que, a pesar de los inmensos costos y el esfuerzo, resistía y se imponía en los campos de batalla. La complejidad de su gobierno, aunque sometido a crítica y constante escrutinio por parte de sus súbditos y enemigos, fue eficaz para los fines que se esperaban de ella: la consolidación del gobierno y la viabilidad administrativa de una Monarquía en expansión.

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❓ Preguntas frecuentes sobre El Asedio Otomano Malta y el Socorro español de 1565

1. ¿Por qué se considera 1625 un año prodigioso para la Monarquía Hispánica?
Porque en un mismo año logró victorias resonantes en distintos escenarios: la recuperación de Bahía en Brasil, la toma de Breda, la defensa de Cádiz frente a los ingleses y el socorro de Génova. Todo ello reforzó la imagen de Felipe IV como monarca de una potencia global.

2. ¿Qué importancia tuvo la recuperación de Bahía en Brasil?
Fue una operación anfibia de enorme magnitud que aseguró el control luso-hispano sobre el Brasil y frustró los intentos neerlandeses de dominar el comercio atlántico del azúcar y las rutas hacia África.

3. ¿Qué simboliza la rendición de Breda en la historia de España?
Además de ser un triunfo militar clave en Flandes, se convirtió en un símbolo de magnanimidad y disciplina militar gracias al cuadro de Velázquez La rendición de Breda, que inmortalizó la generosidad de Spínola hacia los vencidos.

4. ¿Por qué fracasó la expedición inglesa contra Cádiz?
La falta de organización, los problemas de abastecimiento y la fuerte resistencia local hicieron que la armada inglesa terminara retirándose sin cumplir sus objetivos, sufriendo un fracaso humillante para Carlos I.

5. ¿Qué papel jugó el conde-duque de Olivares en este contexto?
Como valido de Felipe IV, impulsó una estrategia de esfuerzo común en toda la Monarquía y apostó por mantener la primacía hispánica en Europa. Los éxitos de 1625 parecieron confirmar su visión política, aunque los años siguientes traerían nuevas dificultades.

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¿En qué año tuvo lugar el asedio otomano de Malta?

¿Cuál era la principal preocupación de Felipe II en el Mediterráneo durante la década de 1560?

¿Qué puerto peninsular destacaba por su capacidad para albergar una gran flota?

¿Cómo era conocido Felipe II por su forma de gobernar y su atención al detalle?

¿Qué consecuencia simbólica tuvo la victoria en Malta para la Monarquía Hispánica?

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