La designación de Sevilla como Puerto de Indias, por decreto real en 1503, la colocó como el centro neurálgico de expediciones, comercio y tránsito de riquezas entre España y sus colonias en el Nuevo Mundo. Este privilegio se consolidó con la fundación de la Casa de Contratación, que operaba como una especie de ministerio de comercio, marina y colonias, supervisando toda la actividad entre España y América.
La Casa de Contratación: Cerebro del Comercio Transatlántico desde Sevilla
La Casa de Contratación era en muchos aspectos el equivalente a un ministerio de comercio, colonias y marina. Desde Sevilla, dirigía y supervisaba la ida y vuelta de expediciones al Nuevo Mundo, estableciendo las rutas marítimas, otorgando licencias y permisos para la exploración, y asegurando que los viajes cumplieran con los requisitos legales y religiosos. También tenía a su cargo la recaudación de los impuestos sobre el comercio transatlántico, lo cual la convirtió en una fuente sustancial de ingresos para la Corona.
La elección de Sevilla como sede de la Casa no fue casual. La ciudad ya era un importante centro comercial gracias a su puerto en el río Guadalquivir, y su ubicación estratégica en el sur de la península facilitaba el acceso al Atlántico. La presencia de la Casa de Contratación amplificó la importancia de Sevilla, convirtiéndola en el epicentro del comercio entre el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo. Sevilla se convirtió en un imán para comerciantes, aventureros, clérigos y administradores, lo que llevó al florecimiento cultural y económico de la ciudad.
El poder y la influencia de la Casa de Contratación no estuvieron exentos de controversia. Uno de los aspectos más sombríos de su actividad fue su participación en la trata de esclavos, ya que era esta institución la que otorgaba licencias para el transporte de esclavos africanos a las Américas. Además, la acumulación de riqueza y poder en Sevilla generó tensiones con otros puertos y ciudades, que veían cómo el monopolio sevillano les excluía del lucrativo comercio transatlántico.
A medida que avanzaba el siglo XVII, la Casa de Contratación enfrentó una serie de desafíos que llevaron a su declive gradual. El puerto de Cádiz comenzó a tomar más relevancia debido a su ubicación más accesible y la acumulación de arena en el río Guadalquivir, que dificultaba la navegación hasta Sevilla. Finalmente, en 1717 la Casa fue trasladada a Cádiz, marcando el fin de una era para Sevilla pero no para la institución, que siguió operando hasta su disolución en 1790.
El Guadalquivir, Vena Comercial
El río Guadalquivir tenía la particularidad de ser navegable hasta Sevilla, lo que permitía que las embarcaciones pudieran llegar al corazón de la ciudad. Esto facilitaba enormemente la descarga de mercancías y la conexión con otras regiones de España. Sin embargo, el río también presentaba desafíos: su cauce era variable, y las embarcaciones que lo surcaban tenían que ser lo suficientemente pequeñas y maniobrables para evitar encallar.
El Puerto de Indias trajo prosperidad sin precedentes a Sevilla, transformando su tejido económico y social. Surgieron nuevas clases sociales, desde ricos mercaderes hasta artesanos especializados en bienes de lujo. Los edificios religiosos y palacios brotaban con una opulencia reflejada en el arte y la arquitectura de la ciudad. Sin embargo, esta prosperidad vino acompañada de sombras éticas y morales. Sevilla se convirtió en un punto central del tráfico de esclavos hacia las Américas, y la explotación de los recursos y las poblaciones indígenas quedó implícita en cada carga de oro y plata que llegaba a sus muelles.
A lo largo del siglo XVII, otros puertos como Cádiz empezaron a desafiar el monopolio sevillano. Las arenas del Guadalquivir se convirtieron en un problema creciente, haciendo cada vez más difícil la navegación. Además, la apertura de nuevas rutas y la liberalización del comercio con América debilitaron el papel central de Sevilla. Aun así, la ciudad conservó una importancia significativa en la trama comercial entre España y sus colonias hasta bien entrado el siglo XVIII.
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