Su padre le sirvió de inspiración para decantarse por las armas, pues siempre le veía entrenando con una espada. Durante su infancia nadie se atrevía a retarle, y el que lo hacía siempre perdía. Además de valerse de una destreza sin igual en los duelos, Diego García aprendió a leer y escribir, algo muy raro para la época ya que el grado de alfabetización era muy bajo.
Diego Paredes, llegada a Roma
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En una de las misiones para el Papa, se dice que arrancó de cuajo, con su fuerza bruta, las argollas metálicas de la puerta de la fortaleza que estaba atacando para dar entrada al ejército del pontífice durante la toma de Montefiascone. Pero su etapa en el Ejército Papal acabó al degollar a un capitán de confianza de los Borgia durante un duelo. Poco después trabajó para el Duque de Urbino, rival del Pontífice.
Diego Paredes, a las órdenes de El Gran Capitán
Aquel trágico suceso tuvo un enfrentamiento con el Papa, que le desquitó de sus obligaciones e incluso se le encarceló. Diego Paredes no tardó en fugarse y pasó a servir al Ejército Español. A las órdenes del Gran Capitán combatió en Grecia en el Asedio de Cefalonia. Nadie podía pararle. Nadie conseguía detener al sansón de Extremadura. Según recogen varias crónicas de la época, luchó durante tres días con valía, hasta que el cansancio y el hambre le derrotaron. Los otomanos le perdonaron la vida en señal de respeto por su incansable lucha, y le hicieron preso para un posible intercambio de prisioneros. Pero durante el asedio, consiguió escapar y se unió de nuevo al combate.
Diego Paredes, el perdón del papado y la II Guerra de Napolés
Se ganó el perdón del Papa después del asedio de Cefalonia, y luchó de nuevo para él con el fin de hacerse con Fosara, Rimini, Faenza y los Apeninos. Diego se había ganado un hueco en la historia como un hombre de leyenda, que le valieron los apodos de Hércules de España o el sansón de Extremadura. Después de la inactividad del ejército español, Diego volvió a unirse a sus filas. Batalló en la II Guerra de Napolés, donde decidió librar él solo una batalla sin cuartel con los dos mil franceses que esperaban a las tropas españolas al otro lado del Puente del Río Garellano tras una discusión con el Gran Capitán.
«Túvose por género de milagro, que siendo tantos los golpes que dieron en Diego García de Paredes los enemigos… saliese sin lesión»
Allí, uno tras otro, y debido a que la estrechez del paso solo permitía que pudiesen pasar de uno en uno, Diego se armó de valor y fue acabando con la vida de hasta quinientos hombres. Las tropas españolas fueron en auxilio, a pesar de que no había recibido herida alguna.
Diego Paredes, vida como duelista y el «Desafío de Barletta»
Diego Paredes tuvo más de 300 duelos, de los que resultó victorioso. Se ganó una fama merecida como el mejor duelista de la época y posiblemente uno de los mejores de todos los tiempos. El 19 de septiembre de 1502 tuvo lugar el duelo conocido como «Desafío de Barletta», que representó a 11 españoles y a 11 franceses y cuyos jueces eran de procedencia veneciana para asegurar su imparcialidad.
Los franceses, jocosos, no creían que fuesen a ser vencidos por los españoles. Pero Diego estaba entre ellos y, una vez más, demostró estar más allá de las expectativas anunciadas y los españoles obtuvieron la victoria. No contento con dar muerte a un caballero y rendir a otro, Diego lanzó las grandes piedras con las que se había señalizado el campo del Desafío contra los galos atrincherados tras sus caballos muertos.
Diego Paredes, últimas conquistas
Cuando acabó la guerra de Italia, Diego no buscó el descanso y se embarcó en varios proyectos surcando los mares en busca de duelos y desafíos. La justicia puso precio a su cabeza, pero pronto aquella etapa terminó y Diego sirvió de nuevo para el Papado para tomar el norte de África, donde participó en la conquista de Orán, Argel o Túnez. Participó en la defensa de Verona así como en varias batallas bajo el nombre de la Liga Santa de la que fue coronel. Fue también Caballero de Espuela Dorada de Carlos V, donde presentó su última batalla, que ocurrió contra los turcos en el Danubio.
No murió en combate, pero sí a lomos de su caballo durante un ejercicio de tiempo libre con unos niños, que consistía en tirar con una lanza los palos sobre una pared. Cayó de su montura y falleció en Bolonia en 1533. Lo que no consiguieron sus hazañas bélicas – 15 batallas campales y 17 asedios – lo consiguió un estúpido juego infantil conocido como “matar al gigante”.
El legado de Diego Paredes
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