El choque entre Darío III, el último rey de Persia, y Alejandro Magno, el joven rey de Macedonia, marca uno de los episodios más trascendentales de la Antigüedad.
Este conflicto selló el destino del vasto Imperio Aqueménida y abrió las puertas a una nueva era bajo el dominio helénico.
Para entender la magnitud de esta rivalidad y cómo se desmoronó el imperio más extenso de su tiempo, es necesario analizar tanto las circunstancias que llevaron a Darío III al trono, como las batallas decisivas que marcaron su reinado.
El Ascenso de Darío III al Trono de Persia
Darío III, nacido bajo el nombre de Codomano, no era el heredero legítimo directo de la dinastía aqueménida. Provenía de una rama secundaria de la familia real, y su ascenso al poder fue, en gran medida, producto de la inestabilidad interna del imperio. Artajerjes III, el abuelo de Darío, había gobernado con mano de hierro y logrado restaurar el control de Persia sobre Egipto, pero su muerte envenenada desató una serie de intrigas y luchas internas.
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