Poco se ha hablado o escrito sobre Corocotta, el líder cántabro que puso en jaque a la las legiones romanas de la Península Ibérica. Fue un rebelde indomable, un carismático caudillo que empujaba a los ejércitos a luchar contra Roma.
En definitiva, fue un héroe cántabro que no terminó de pasar a la historia por la poca información que se escribió acerca de él. La única referencia que tenemos de este personaje es una cita del historiador Dión Casio que dice así:
“ Irritóse tanto [Augusto] al principio contra un tal Corocotta, ladrón hispano muy poderoso, que hizo pregonar una recompensa de doscientos mil sestercios a quien lo apresase; pero más tarde, como se le presentase espontáneamente, no solo no le hizo ningún daño, sino que encima le regaló aquella suma.”
¿Quién fue Corocotta?
La naturaleza belicosa de los cántabros
Corocotta fue un caudillo cántabro que contribuyó en la lucha contra Augusto en las llamadas Guerras Cántabras (29 a.C -19 a.C), batallando como un auténtico bandolero (término ya definido por cronistas romanos) asaltando a los pueblos bajando de las montañas en sistemas de guerrillas.
Estrabón dijo de los cántabros que eran muy dados al bandidaje, hasta que fueron sometidos por el gran César Augusto. Nos dejó en sus crónicas que todos sus habitantes de las montañas dormían en el suelo, lucían una espesa y larga cabellera que recordaba al pelo de una mujer y se entrenaban en gimnástica, hípica, hoplítica, escaramuza y lucha a frente abierto.
Floro dijo que eran fieras indomables, duros y tenaces en la guerra, que incluso dominaba a otras tribus vecinas como los vacceos, turmogos y autrigones.
El modo de batallar de los cántabros
Una de las estrategias más elegidas por los guerrilleros cántabros era la llamada “círculo cantábrico”, que consistía en avanzar hacia las tropas enemigas en una formación de caballería que permitía lanzar jabalinas o piedras con honda y luego alejarse hacia un flanco mientras se protegían con un escudo. Esta formación fue posteriormente adaptada por los romanos a su caballería.
También luchaban en formación de cuña, recordando a la táctica de cabeza de jabalí usada por tribus célticas y germánicas. Los cántabros iban armados, además, con la llamada falcata ibérica, una espada de hoja semi curvada de dimensión similar a la gladius romana y que usaban con suma maestría.
El precio por su cabeza según la tesis de Adolf Schulten
Corocotta no fue un líder político, pues los pueblos cántabros eran independientes los unos de los otros y cada uno actuaba bajo su propia jurisdicción. Sí fue un guerrero y también un gran estratega. Tal vez fuese un general que consiguió frenar los impulsos y deseos del que sería después el primer emperador de Roma.
Aunque la rendición de la zona norte de la Península Ibérica no fue una tarea sencilla para Augusto, que vio cómo perdió durante la guerra hasta siete legiones y varios cuerpos de tropas auxiliares. Augusto puso precio a la cabeza de Corocotta, según la tesis del hispanista alemán Adolf Schulten, y el caudillo militar cántabro fue personalmente a cobrar su propia recompensa.
“Aquí me tienes, yo soy Corocotta; ahora págame lo que me debes”
El propio Augusto admiró su valentía y le pagó los 200.000 sestercios que se pedían por su cabeza, dejándole marchar con la recompensa. A partir de aquí no se sabe nada acerca del personaje que tuvo la osadía de presentarse ante el propio Augusto. Lo que sí se sabe es que la guerra terminó en el 19 a.C.
El legado de Corocotta
Según el libro “El Último Soldurio”, del escritor Javier Lorenzo, los soldurios fueron una élite de guerreros a la que probablemente perteneció Corocotta. Su característica principal residía en que entregaban su vida a un régulo, o jefe, poniendo a un dios como testigo, una tradición celta que con el tiempo terminó por disiparse.
El propio Julio César mencionó en su obra La Guerra de las Galias cómo 600 soldurios aquitanos murieron defendiendo a su régulo. Cuando los cántabros fueron finalmente conquistados, muchos de sus hombres entraron a formar parte de la guardia pretoriana por su entrega y su ferocidad en combate. Para concluir, solo decir que sabemos muy poco acerca de este héroe que puso en evidencia al mismísimo Augusto. Un héroe olvidado por la historia.
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