Catulo y Lesbia, sus amores se hicieron famosos en la Roma del siglo I a.C., cuando el poeta Catulo escribió algunos de los poemas de amor y desamor más conocidos de la Roma republicana. En ellos, narra de forma profundamente vívida su experiencia personal con una mujer romana a quien da el nombre de Lesbia. Se trata de una historia de amor increíblemente pasional que se torció abruptamente, convirtiendo al poeta en un hombre despechado y vengativo.
Catulo y Lesbia: la historia de amor
De una relación que parece que fue muy intensa y que tuvo diversas rupturas con sus respectivas reconciliaciones, Catulo compuso poemas amorosos tan conocidos como los siguientes:
Vivamos, Lesbia mía, y amemos,
y a las maledicencias de los viejos severos
démosles menos valor que a una peseta .
Los astros pueden morir y volver;
pero nosotros, una vez que muera nuestra breve luz,
deberemos dormir una última noche perpetua.
Dame mil besos, luego cien mil;
luego otros mil, luego otros cien mil;
luego hasta otros mil, luego cien mil.
Después, hechos ya muchísimos miles,
revolvámoslos, para que no lo sepamos nosotros,
ni ningún malvado pueda mirarnos con malos ojo,
cuando sepa cuántos besos nos dimos.
Me preguntas, cuántos besos tuyos,
Lesbia, me serían más que suficientes,
Cuan gran el número de arena de Libia
yace en Cirene, de laserpicïo plena,
entre el oráculo del ardiente Júpiter
y el túmulo del anciano Bato;
o cuantos astros, al callar la noche,
ven los amores ocultos de los hombres;
sólo esos besos satisfarán
a Catulo el loco más que suficientemente,
que ni contarlos podrán los curiosos
ni con sus malas lenguas hechizarlos.
Catulo y Lesbia: La ruptura
Pero el poeta no se quedó ahí, sino que decidió dedicar algunos versos bastante mordaces a su antigua amante, convirtiendo a la mujer independiente que antes amaba en una prostituta impúdica y sin sentimientos. Un despecho que expresó así:
Nuestra Lesbia, Celio, aquella Lesbia,
aquella Lesbia a quien Catulo amó,
más que a sí mismo amó, más que a todo lo suyo amó,
ahora en esquinas y en callejuelas
se la pela a los magnánimos nietos de Remo.
El trasfondo histórico: ¿quien era Lesbia?
Al margen de las sensaciones que pueda provocarnos esta historia de amor y desamor, no podemos dejar de lado la veracidad histórica de los hechos que nos narra Catulo. La historiografía dedicada al estudio de la mujer en la Antigua Roma se muestra de acuerdo en señalar la realidad de esta relación y de poner nombre propio a la figura de Lesbia: el de Clodia, una mujer mencionada en las fuentes clásicas por autores como Cicerón.
Nacida en el año 94 a.C. en el seno de una familia de la nobilitas, era hija de Apio Claudio Pulcher y Cecilia Metela, se segunda esposa. Fue la cuarta de seis hermanos, de los cuales se encontraba especialmente unida a su hermano mayor Claudio, quien posteriormente cambiaría su nombre por el de Clodio. Se casó con treinta años -mucho más tarde de lo habitual para la época- con Quinto Cecilio Metelo, cónsul en el año 60 a.C. y fallecido un año después.
Parece ser que la relación entre Catulo y Clodia comenzó cuando éste llegó a Roma, ya que allí fue acogido como huésped en casa del cónsul Metelo. Muerto éste, Clodia era libre para casarse con Catulo, pero como ya hemos señalado decidió abandonarlo y buscarse un nuevo amante.
Pero las informaciones que poseemos sobre Clodia no sólo provienen de Catulo, sino también de Cicerón, amigo del poeta y de Celio y enemigo político de su hermano Clodio. La verdadera Lesbia aparece caracterizada como una mujer inmoral en la defensa que Cicerón, en su papel de abogado, hace de Celio cuando éste es acusado de asesinato y participación en la conocida conjura de Catilina. La defensa del orador se basa en acusar a Clodia de los cargos por los que se juzgaba a su defendido, ya que ésta se sentiría despechada porque Celio la había abandonado. Además, Cicerón señaló que Clodia había asesinado a su esposo, se había acostado con esclavos y había llevado una vida licenciosa.
Por otro lado, parece ser que con el tiempo la opinión que Cicerón tenía de Clodia cambió, ya que tras la muerte de su hija Terencia el orador se puso en contacto con la amante de Catulo y Celio para pedirle que le vendiese unas tierras próximas al Tíber para poder construir un mausoleo donde descansasen los restos de Terencia.
En definitiva, la historia de Catulo y Lesbia no sólo nos muestra que las relaciones amorosas en la Antigua Roma no diferían mucho de las actuales, sino que también nos sirve para apreciar el revuelo que en el siglo I a.C. causó una mujer que decidió vivir su sexualidad de forma libre y sin importarle lo que la opinión pública pensase de ella.
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