El Cardenal Cisneros, Regente de Castilla

Su nombre era Gonzalo Jiménez de Cisneros. Nació en Torrelaguna (Madrid) en 1436. Hijo de un hidalgo de escasa fortuna, su familia procedía de la villa palentina de Cisneros, en la tierra de Campos, sin ninguna posibilidad de llegar a un puesto de la alta nobleza, y mucho menos de sustituir al rey. Sorprendentemente, morirá (en Roa, Burgos, en 1517) siendo el regente de España. Nunca hasta entonces un personaje que no fuera familiar del rey había llegado a ser regente.

El Cardenal Cisneros

Es, sin duda, un personaje clave durante la época más delicada de la transición de España entre los siglos XV y XVI. Su papel como dirigente político y religioso fue decisivo para la creación del Imperio español. Se diferencia positivamente de otros personajes famosos que convivieron con los reyes de la época, ya que nunca actuó en su propio beneficio, sino en bien de la causa religiosa y, sobre todo, del reino.

Fue un personaje quizá demasiado duro y austero, pero fue precisamente esa personalidad lo que propició que tanto los Reyes Católicos como el pontífice y el arzobispo Mendoza confiaran en él y le designaran para ocupar puestos de primer orden. Su formación religiosa como miembro del modesto clero eremita fue el origen de su promoción singular en la carrera política y religiosa, y su carácter recto, fuerte y duro le ayudó a llegar al puesto más alto dentro de la gobernación, además de ser la máxima figura eclesiástica como cardenal y arzobispo de Toledo. Un milagro, ya que un humilde clérigo sin recursos no tenía posibilidad de salir de su entorno en la Baja Edad Media española.

Estudió en Salamanca y fue arcipreste de Uceda en 1471, a pesar de la oposición de su superior, el arzobispo de Toledo Carrillo. Por su carácter terco no obedeció a su superior y tuvo que sufrir cárcel por ello, pero ese mismo carácter de hierro convenció al arzobispo, quien le liberó de la prisión. Entabló amistad con el cardenal Mendoza, quien le nombrará capellán mayor de Sigüenza en 1480. La relación con el cardenal Pedro Gónzalez de Mendoza va a marcar el futuro del Cardenal Cisneros, aunque de momento decide abandonarlo todo y en 1484, cuando ya tenía 48 años de edad, decide entrar en la orden franciscana como eremita, cambia su nombre, Gonzalo, por el de Francisco y vive en el convento de La Salceda (Guadalajara) durante ocho años. Según él fue la etapa más feliz de su vida. Si la suerte no hubiera cambiado, habría seguido en el convento hasta su muerte, pero en 1492 fray Hernando de Talavera, el confesor de la reina Isabel, fue designado arzobispo de Granada y el cardenal Mendoza recomendó a la reina nombrar al Cardenal Cisneros, de 56 años de edad, su nuevo confesor. Desde entonces el destino de Cisneros cambia radicalmente de la vida religiosa al mundo de la política en calidad de consejero de la reina.

En 1495, el cardenal Mendoza deja al Cardenal Cisneros como sucesor y le nombra arzobispo de Toledo. Empieza a acometer la reforma de la orden franciscana y, a pesar de la resistencia y de la oposición de la comunidad, sale adelante con su reforma. Estando al lado de la reina Isabel como consejero y arzobispo de Toledo, decide evangelizar a los musulmanes granadinos que aún seguían siendo fieles a la religión musulmana. En 1499, ya un anciano de 63 años, se desplaza a Granada para poner en orden la sociedad granadina, donde la política blanda de Hernando de Talavera no había conseguido el objetivo de la evangelización de los moros. Cisneros acomete la labor con mano dura para terminar de convertir la sociedad mora en cristiana. Aunque su proceder provocará revueltas y protestas más tarde, en 1500, al final el orden se impone en Granada por la presión de Cisneros. Esto se puede considerar como el primer trabajo destacado de Cisneros en el terreno religioso, contribuyendo a la consolidación de la España cristiana después de la guerra de Granada y de la unificación de España.

El segundo trabajo destacado fue la coordinación de la sucesión al trono después de la muerte de la reina Isabel y de la regencia durante la ausencia del rey por la muerte de Felipe hasta la vuelta del rey Fernando. Se estaba desatando el hilo que unía a la nobleza castellana ante el encuentro de Fernando y de su yerno Felipe el Hermoso: los nobles apoyarán mayoritariamente al último sin respetar el testamento de la reina difunta. La nobleza deseaba recuperar los poderes que había disfrutado con anterioridad y veía en Felipe esa posibilidad, sabiendo que con Fernando era imposible cambiar la relación corona-nobleza. Por otro lado, la nobleza castellana no aceptaba a Fernando como rey de Castilla ya que le consideraba rey de Aragón. Mientras vivió la reina Isabel ese problema no existió. El Cardenal Cisneros había actuado como árbitro neutral entre la nobleza y Fernando, sin decantarse por ninguna de las dos partes, y ante la llegada de Felipe el Hermoso con el séquito de la corte flamenca y la presión de la nobleza que apoyaba la causa felipista por ser el marido de la reina legítima Juana la Loca, volvió a actuar de manera desinteresada para que se decidiera entre Felipe y Fernando. Fernando se retira voluntariamente de Castilla ante la práctica totalidad de la nobleza en su contra y se dedica al reino de Aragón. Se va a su reino de Nápoles mientras Cisneros se queda a disposición del nuevo rey Felipe el Hermoso, que cuenta con sus servicios ya que Cisneros antes que nada es el arzobispo de Toledo e indudablemente la primera figura dentro del gobierno. A pesar de su marcha, mantiene buena relación, aunque fría, con Fernando. Esa relación revivirá cuando se produzca la muerte súbita de Felipe en 1506.

Ante la nueva coyuntura, el Cardenal Cisneros actúa fríamente y se pone en contacto con Fernando para que vuelva a Castilla como gobernador mientras convence a la nobleza de que es la mejor solución para que Castilla no caiga en manos extranjeras, lo que estaban intentando los consejeros flamencos de Felipe el Hermoso. En el partido flamenco estaban el duque de Nájera, el marqués de Villena y Juan Manuel, entre otros, mientras que el duque de Alba, el del Infantado y el condestable formaban el partido fernandino. Cisneros consigue la reconciliación de ambos bandos para formar un gobierno provisional. A pesar de todo, se presentan signos de anarquía. Hasta que no se produzca la vuelta del rey Fernando, Cisneros es nombrado regente con la aprobación de Fernando, del duque de Alba y del condestable en calidad de lugartenientes para que colaboren con Cisneros. Este no consultó a la reina Juana la Loca, ya que la consideraba incapaz, a pesar de que era la reina de Castilla.

El tercer trabajo destacado fue la expedición a Orán en 1509 para cristianizar la zona norte de África y así garantizar la seguridad del Mediterráneo frente a la amenaza turca. Cisneros interviene, a la muy avanzada edad de 73 años, en el campo militar como máximo responsable del gobierno. El religioso se convierte en político y militar, actuando en un terreno en el que no era experto. Cuando Fernando ya es de nuevo gobernador, cuenta con el Cardenal Cisneros para los asuntos importantes. Le consigue en Roma los títulos de inquisidor general y de cardenal en 1507 como premio y reconocimiento a su lealtad y buen trabajo. A la muerte del Rey Católico comienza su segunda regencia imponiendo su política firme en defensa de los intereses del reino de España. Ante la resistencia de la nobleza en contra de la regencia de Cisneros, creó un ejército de 30 000 hombres para contrarrestar las rebeliones y al final pudo controlar prácticamente todo el reino bajo su mandato. Tuvo que intervenir de nuevo en Navarra, donde el anterior rey Juan de Albret, con ayuda del rey francés, intentaba recuperar el reino perdido, pero Cisneros lo detuvo sin problema y destruyó todas las fortalezas con excepción de Pamplona. Sin embargo, en el norte de África fracasó ante el ataque del corsario Barbarroja. Consiguió importantes logros en el terreno cultural y religioso fundando la Universidad de Alcalá. También contribuyó a la evangelización del continente americano.

En todo caso su principal meta era la de entregar el reino de España intacto a Carlos (futuro Carlos I de España y V de Alemania), el heredero, y así lo hizo. La muerte le impidió ver al rey por poco, ya que el Cardenal Cisneros se hallaba en Roa (Burgos), de camino a su encuentro: Carlos desembarcó en Asturias en septiembre de 1517 y el cardenal murió dos meses después, el 8 de noviembre.

Autor: Yutaka Suzuki para revistadehistoria.es

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