Benito Mussolini, el mayor promotor moral
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Esa circunstancia implicaba un relajamiento moral y de los valores tradicionales, tales como la patria, la familia o la religión, al mismo tiempo que se privilegiaba el placer material e inmediato. El mayor ejemplo de esa perversión era el marxismo.
Benito Mussolini, el mayor promotor moral
Es así como en el diario católico La Religión, dirigido entonces por monseñor Jesús María Pellín (1892-1969), periódico conocido como el decano de la prensa venezolana y en ese momento un rotativo de circulación nacional, se comenzó a presentar a Italia como el país de más empuje moral en Occidente y a Mussolini como su mayor promotor.
El 5 de mayo de 1929 el citado diario dio a conocer una circular que el ministro del Interior italiano envió a los prefectos de toda la nación, exigiéndoles su celo para reprimir con mano fuerte y sin contemplaciones la inmoralidad reinante en cualquiera de sus formas. Esa medida, en opinión de los redactores de La Religión, por la “ejemplaridad que encierra”, no dejaba de ser “digna de tomarse en cuenta para imitación por los gobernantes de todas las naciones”.Unos meses más tarde, comentan un artículo aparecido en la revista estadounidense Work, el cual explicaba cómo el gobernante italiano había vencido a los bebedores de alcohol. Poco después, se publican extractos de un discurso del Duce, donde hablaba de sus intenciones de prohibir la disolución de los matrimonios. Al año siguiente, se aplaudió al líder fascista su empeño en hacer ver a la conciencia popular cuáles son las pasiones que llevan al desquiciamiento social. En ese sentido, comulgaron con lo dicho por Mussolini a los médicos asistentes al reciente congreso médico italiano.
Luego expresa complacencia en publicar las ideas expuestas en el diario El Pueblo, de la ciudad de Buenos Aires, en el sentido de que Mussolini ha resistido la tendencia de los tiempos en cuanto a lo que debilita y desnaturaliza a los altos fines del matrimonio. Por eso, se opuso al divorcio, que no pudo penetrar en Italia; tampoco aceptó la enseñanza laica; y ahora promueve los casamientos con ayudas en dinero.
Años más tarde se seguía sosteniendo la misma opinión, como se lee en un editorial, donde el periódico caraqueño comulga con las ideas sobre el matrimonio puestas en práctica en Italia. Plantean que en una reciente estadística publicada en dicho país “encontramos los siguientes datos que demuestran los resultados obtenidos por Mussolini en el plan de reconstrucción social que está realizando”. El escrito reconoce los esfuerzos del gobierno italiano para fomentar la natalidad e impedir el derrumbamiento de las familias numerosas”, con lo cual no solo estaba poniendo a resguardo a la nación italiana de los estragos de la crisis mundial sino que se ha dado “al mundo el hermoso espectáculo de su organización según la norma católica”.
A su vez, la posición oficial de la Iglesia católica sobre una de las grandes preocupaciones morales del momento, como era la generalizada indiferencia por el matrimonio cristiano, la había expresado el papa León XIII en su encíclica Arcanum Divinae Sapientiae (1880), donde hizo una defensa de la familia contra el llamado matrimonio civil y el divorcio. Afirmaba que el matrimonio es divino y solo se puede acceder al mismo a través de la Iglesia.
Poco después, según los citados documentos pontificios, ya en los días del fascismo, “ante las ansias inmoderadas del placer de la sociedad actual” y los ataques a la institución conyugal, Pío XI se vio obligado a hablar nuevamente de ese sacramento. Lo hizo en la encíclica titulada Casti connubii (1931), actualizando los planteamientos de León XIII. Lo interesante de la misma, es que se elogió el convenio sobre el matrimonio firmado con el fascismo.
Por otra parte, para la jerarquía vaticana, también el peligro económico y la amenaza social del comunismo eran producto de la crisis moral que padecía el mundo de entonces. Sus reflejos, a su entender, se podían apreciar en una de las perversiones modernas, el cine, tal como se pretende demostrar en varios editoriales.
Esa crisis moral igualmente se puede apreciar en el lujo, puesto que el mismo “es inmoral, cuando para satisfacerlo deben hacerse indebidos sacrificios” o cuando tiene tendencias deshonestas que llevan a la depravación, al inútil dispendio y a vergonzosos contratos que son la ruina material, y muchas veces moral tanto de las familias como de los pueblos. El lujo, por otra parte, en vez de hacer feliz a sus adoradores, los hace útiles esclavos, impacientes e insaciables.
Se mencionan a Estados Unidos, Francia y Alemania como los países de mayor ruina moral. El primero, por los abundantes establecimientos de expendio de licores, lugares de amor libre, garitos, productores de películas que propagan el vicio, etc. El segundo, por “esa promiscuidad de los sexos” en las playas. Y el tercero, por la proliferación de baños nudistas.
Autor: Jesús Eloy Gutiérrez para revistadehistoria.es
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DE LA ELISEDA, Marqués (1935). Fascismo. Catolicismo. Monarquía. Madrid, Cleto Vallinas.
GUTIÉRREZ, Jesús Eloy (2019). La Iglesia católica y el fascismo. Amazon.
MOSSE, George L. (1961). La cultura europea del siglo XX. Barcelona, Editorial Ariel, 1997.
IRIBARREN, Jesús y José Luis Gutiérrez (1981). Ocho grandes mensajes. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos.
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Referencias hemerográficas
“Así se hace”, La Religión, 10-5-1929, p. 1.
“Benito Mussolini [sic] y el alcohol”, La Religión, 27-8-1929, p. 1.
“Mussolini y la moda”, La Esfera, 25 de noviembre de 1929, p.1.
“El Duce y el divorcio”, La Religión, 3-2-1931, p. 1.
“Alrededor de un discurso”, La Religión, 27-2-1932, p. 1.
“De frente a un problema vital”, La Religión, 26-1-1932, p. 1.
“La defensa de la familia y la crisis mundial”, La Religión, 25-2-1935, p. 1.
“El lujo y la sencillez”, La Religión, 26-11-1932, p. 1.
“Los fracasos de la civilización pagana”, La Religión, 5-11-1932, p. 1.
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“El desequilibrio religioso-moral de Europa”, La Religión, 9-3-1935, pp. 1, 2 y 5.
“Por la moral. Alemania se ocupa de la salvación moral de su pueblo”, La Religión, 23-8-1932, p. 1.
“Un transcendental discurso del canciller alemán”, La Religión, 1-2-1934, p. 1.