Batalla de Zalaca, la Reconquista en peligro

El rey de Castilla Alfonso VI, parecía imparable en sus deseos de apoderarse de todo al-Ándalus, y ya no se contentaba con las parias. El príncipe Al-Motamid de Sevilla decidió pedir ayuda al Yusuf ben Tasufín, emir de los almorávides.

Sus consejeros le advirtieron del peligro dado su fanatismo, y el sevillano contestó:

Prefiero ser camellero en África que pastor de cerdos en Castilla”

Los embajadores fueron a Marrakesch y firmaron un tratado con Yusuf, comprometiéndose este a abandonar la península tras derrotar a los cristianos. Tras la firma le dijeron a Yusuf:

 “Permanece treinta días en Ceuta, para que nuestro amo pueda evacuar Algeciras, y así te instalaras en ella”.

Yusuf pensó que el sevillano intentaba ganar tiempo para llegar a un acuerdo con Alfonso. Cuando los embajadores salieron de Ceuta hacia Algeciras les escoltaba una pequeña flota al mando del emir Dawud.  El 30 de Junio de 1086 llegaron y tras desembarcar, y tras ellos, lo hicieron  cincuenta jinetes apoderándose de los muelles, y después  el resto hasta un total de quinientos guerreros. Los embajadores creyeron que habían sido traicionados y se refugiaron en el alcázar.

En Algeciras gobernaba Al-Radi,  un  hijo del príncipe de Sevilla, tan poeta como su padre, al cual pidió instrucciones por palomas mensajeras. Por la mañana el general Dawud  ben Aixa, rodeó el alcázar y le dijo:

 “Nos habéis prometido Algeciras. No venimos a tomar ciudades o arreglar problemas internos de príncipes. Venimos a hacer la guerra santa, vas a evacuar la plaza de aquí al mediodía, hoy mismo. En caso contrario defiéndete como puedas”.   

Al Motamid  ordenó a su hijo que la entregase. El  el 3 de Julio llegó Yusuf ben Taxufin que tras examinar Algeciras, retornó a Ceuta, para reconducir al resto de las tropas, cuando todas las fuerzas se juntaron en Algeciras,  Yusuf ordenó a Dawud ponerse en marcha hacia Sevilla y en sus alrededores se congregaron las tropas almorávides mandadas por sus mejores generales. Además del hijo de Yusuf, estaban Ibn Aísa, el invicto Sir y los emires Garrur al-Hasimi, Abu al-Hayy y Abu Zakariya.

Salió al encuentro Motamid con sus dignatarios y  su pequeño y gran poeta Ben al-Labbana. El príncipe se inclinó para besar la mano de Yusuf  pero éste se lo impidió abrazándolo. Después varios poetas cantaron alabanzas en honor de Yusuf, y  al terminar Motamid, preguntó a Yusuf:

                      “¿Ha entendido el Gran señor lo que le han dicho?”

Y Yusuf con esta frase lapidaria:

                       “No los he entendido, pero sé que piden pan”                  

Dos días después se unieron  las tropas malagueñas; doscientos caballeros mandadas por el príncipe Temín, y al día siguiente la caballería de Almería al mando del príncipe Motacin que pidió disculpas de parte de su padre por no poder venir en persona, pues un aventurero cristiano estaba reforzando el castillo de Aledo, en las montañas cercanas a Murcia.

Puestas en marcha las tropas camino de Badajoz, al llegar a Jerez de los Caballeros, se le unieron trescientos caballeros granadinos  mandados por Abdallah, príncipe de Granada; y en las puertas de Badajoz el príncipe, Mutwakkil, hijo del gran escritor Muzaffar con su ejército.

Alfonso al conocer el desembarco había pedido ayuda al otro lado de los Pirineos pues  su segunda mujer era francesa. Las tropas cristianas  se concentraron en Toledo. También llamó a los gallegos, aragoneses y leoneses; y por último al Cid. Este estaba convaleciente y no acudió. El ejército de Alfonso, partió a principios de Octubre hacia Badajoz, sabia que hacia allí se dirigía el ejército musulmán.

El gran ejército de Alfonso tenía más de  treinta mil hombres. Estaba formado por castellanos, condes aliados y tropas francesas. Se incorporaron las de Sancho Ramírez de Aragón al mando de su hijo el infante Pedro y de Valencia las de Álvar Fáñez sobrino del Cid.

Muy seguro de su triunfo envió a Yusuf este mensaje:

  “Aquí me tienes, que he venido para encontrarme contigo, y tú, en cambio,  estás quieto y te escondes en las cercanías de la ciudad.”

Almorávides y  andalusíes, permanecieron en Badajoz hasta asegurarse que Alfonso se  internaba en territorio musulmán,  alejándose de sus dominios.  Yusuf pensaba si ganaba no habría problemas, pero si perdían se podían refugiar dentro. Tras recibir el mensaje de Alfonso se movió el ejército musulmán, y el jueves 22 de Octubre cuando los ejércitos estaban a tres kilómetros de distancia se reunieron los portavoces de ambos, y decidieron dar la batalla el sábado.  Al día siguiente era viernes, día de los musulmanes y el domingo era el día de los cristianos; como no  había judíos en el ejército, se podía dar en sábado.

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