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Arquímedes y la defensa de Siracusa

Arquímedes y la defensa de Siracusa

La ciudad de Siracusa, enclavada en la isla de Sicilia, se convirtió en el escenario de una de las confrontaciones más singulares de la Antigüedad. Durante el siglo III a.C., este enclave mediterráneo fue testigo de un asedio prolongado en el que el genio de un hombre logró desafiar a una de las potencias más formidables del mundo antiguo: Roma.

La figura de Arquímedes, célebre por sus contribuciones a la ciencia y las matemáticas, se erigió como un símbolo inesperado de resistencia, combinando conocimientos teóricos y creatividad aplicada a la defensa de su ciudad natal.

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Roma, tras su victoria en la Primera Guerra Púnica, había consolidado su dominio sobre Sicilia, pero Siracusa mantenía una posición independiente bajo el reinado de Hierón II. A su muerte, su nieto Hierónimo decidió aliarse con Cartago, lo que convirtió a la ciudad en objetivo militar de Roma en el contexto de la Segunda Guerra Púnica. En el año 214 a.C., las legiones romanas, dirigidas por el general Marco Claudio Marcelo, sitiaron Siracusa, confiando en una rápida victoria gracias a su superioridad numérica y táctica. Sin embargo, no contaban con la mente prodigiosa de Arquímedes.

Desde los imponentes muros de Siracusa, Arquímedes desplegó toda su creatividad para diseñar una serie de ingenios mecánicos que sorprendieron a las tropas romanas. Catapultas de gran alcance, grúas capaces de levantar y volcar barcos enemigos, y espejos que, según algunas fuentes, concentraban la luz solar para incendiar embarcaciones, fueron algunas de las armas defensivas que hicieron que el asedio se prolongara más allá de lo esperado.

El genio aplicado a la defensa

Arquímedes no era un militar, sino un erudito dedicado al estudio de la geometría, la física y las matemáticas. No obstante, su ingenio resultó decisivo para frenar el avance romano. Las catapultas diseñadas por él variaban en alcance y potencia, permitiendo golpear a las tropas enemigas desde diferentes distancias. Estas máquinas, construidas con madera y metal, utilizaban principios de la balística para lanzar proyectiles pesados, algunos con un alcance superior a los 200 metros, lo que les permitía atacar tanto a las tropas que se acercaban a los muros como a las embarcaciones ancladas en el puerto.

Las grúas, conocidas como “garras de Arquímedes”, eran otro de los ingenios más temidos por los romanos. Estas máquinas consistían en una estructura con una gran viga que, mediante un complejo sistema de poleas y contrapesos, se extendía sobre las murallas. Cuando un barco enemigo se acercaba, un gancho metálico se hundía en su casco y, al accionar el mecanismo, la grúa lo elevaba parcialmente, desestabilizándolo. Posteriormente, lo soltaba bruscamente, provocando su hundimiento o inutilización.

Otro dispositivo que despertó asombro fue el sistema de espejos ustorios. Según las crónicas, Arquímedes diseñó un conjunto de espejos metálicos dispuestos para concentrar la luz solar en un único punto. Al enfocarse sobre las velas y la madera de las embarcaciones, lograban prender fuego, causando el desconcierto en las filas romanas. Si bien algunos expertos modernos han debatido la efectividad de este método, su mención en fuentes históricas subraya la percepción de la genialidad de Arquímedes.

Los romanos, desconcertados por estos dispositivos, intentaron diversas tácticas para superar las defensas, pero el ingenio del siracusano siempre iba un paso por delante. Los historiadores antiguos relatan que incluso la moral de las tropas romanas se vio afectada por la sensación de luchar contra una fuerza invisible, impulsada por una inteligencia casi sobrenatural.

La persistencia romana y la caída de Siracusa

El asedio se prolongó durante más de dos años. La resistencia de Siracusa, impulsada por las invenciones de Arquímedes, fue admirable, pero Roma no estaba dispuesta a aceptar una derrota. Finalmente, las tropas de Marcelo lograron penetrar en la ciudad aprovechando una festividad religiosa en la que la vigilancia se relajó. Siracusa cayó en el año 212 a.C., y el saqueo fue implacable.

Arquímedes, ajeno al caos que se apoderaba de su ciudad, se encontraba absorto en un problema matemático cuando un soldado romano lo encontró. Existen varias versiones sobre su muerte: la más conocida afirma que, pese a las órdenes de Marcelo de respetar su vida, fue asesinado tras pedir que no interrumpieran su trabajo. Su muerte marcó el fin de una etapa brillante en la historia de Siracusa.

La influencia del genio siracusano

Arquímedes dejó para la posteridad una obra intelectual que trascendió el ámbito militar. Su principio de la hidrostática, su estudio de las palancas y sus desarrollos geométricos influyeron durante siglos en el pensamiento científico. La defensa de Siracusa se convirtió en un ejemplo del potencial de la ciencia aplicada en contextos inesperados.

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La historia de Arquímedes y el sitio de Siracusa muestra cómo el conocimiento, combinado con creatividad y determinación, puede convertirse en una barrera formidable incluso frente a la maquinaria militar más poderosa de su tiempo. La caída de la ciudad fue, en última instancia, inevitable, pero el papel de Arquímedes en su defensa permanece como un testimonio de la capacidad humana para adaptarse y resistir en las circunstancias más adversas.

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