Antonio Barceló, héroe de la marina española

Antonio Barceló nació en Palma de Mallorca el 01 de enero de 1717. Fue un marino de demostrada valentía y un asombroso dominio de las artes de la navegación, lo que le permitió ingresar a la Real Armada Española y llegar al grado de almirante.

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Su padre, Onofre Barceló, fue un barquero comerciante que le enseñó desde muy temprana edad cómo dominar los vaivenes y sorpresas de la mar, ingresando como grumete y llegando a pasar por cada uno de los oficios y niveles de la marinería. Ya a los 18 años, Antonio Barceló, y con una madurez que impresionaba a todos, se hizo cargo de la embarcación de su padre luego del fallecimiento de este.

Antonio Barceló, héroe de la marina española

No era fácil la vida del marinero en la Mallorca del siglo XVIII. La piratería, los contratiempos de la naturaleza y las amenazas de otras naciones por el dominio del mar hacían de esa profesión una de las más peligrosas. Barceló supo sortear con ingenio y audacia todos los riesgos y llegó a alcanzar tal fama que aún hoy día se oye por Andalucía la expresión:

“Ser más valiente que Barceló ni en la mar”.

La notoriedad de su rapidez, valentía y pericia, además de sus continuas victorias contra ataques de flotas piratas, llegó a oídos del mismo Rey Felipe V, por lo cual este decidió nombrar a Barceló, a sus 21 años, alférez de fragata. No hubo hombre que igualara la valentía y pericia de Barceló y por sus habilidades y lealtad a su labor fue condecorado además como caballero de la real y distinguida orden de Carlos III, Rey de España.

Su fama fue acrecentando año tras año debido a sus continuas victorias en los enfrentamientos contra las flotas de corsarios. Entre 1760 y 1769 hizo que naufragaran 19 buques piratas, hizo prisioneros a 1.600 corsarios y llegó a libertar a más de un millar de prisioneros cristianos.

En 1775 Carlos III le puso al mando de la flota organizada para tomar Argel, centro de la piratería en el Mediterráneo. Al mando de 48 buques de guerra, 7 de ellos de línea protegió el desembarco de 18.000 soldados en Argel que sin embargo fue un fracaso, siendo gracias a la intrepidez de Barceló que muchos de ellos se pudieron salvar.

En 1779, de nuevo en guerra contra Inglaterra, Barceló, ya como Jefe de Escuadra fue nombrado Almirante-Comandante de la flota de sitio a Gibraltar. Barceló diseñó unas lanchas cañoneras específicamente para bombardear Gibraltar, con cañones de a 24 y un mortero, además de remos y una vela latina para maniobrar, y les proporcionó unas lanchas reforzadas con corcho y hierro que las cubrían desde la línea de cañones hasta por debajo de la línea de flotación.  Estas cañoneras se convirtieron en una auténtica pesadilla para los defensores ingleses y la fama de Barceló fue tal que en Andalucía se cantaba:

Si el rey de España tuviera cuatro como Barceló,

Gibraltar fuera de España, que de los ingleses no.

En 1783 y 1784 bombardeó de nuevo Argel y obligó a los piratas a firmar un Tratado que acabó, por  fin, con la piratería berberisca.

La mar no acepta términos medios: o se demuestra valentía y pasión o se fracasa inevitablemente en el intento. Y Barceló, a quien apodaban Capità Toni, supo demostrar su pasión y valentía con creces. Sin embargo, lo que no pudo derrotar a Barceló en el mar, sí pudo mellar sus fuerzas en tierra: la intriga y la envidia.

A sus 73 años aún se le encomendaban peligrosas misiones para derrotar piratas y reconquistar territorios, pero la maledicencia y la rivalidad entre los oficiales españoles por obtener su posición no se hizo esperar. Se le discriminó y se le relegó en la comandancia de embarcaciones, en beneficio de otros oficiales con menos experiencia pero mayor poder, y así, triste y desanimado, regresó a su Mallorca natal.

Se le recriminaba por ser parte de la Real Armada sin provenir de la aristocracia y además se le juzgaba por no saber leer ni escribir. Esta falta de simpatía entre los jefes y la aristocracia fue superada por la inmensa popularidad entre los marineros y el pueblo. Antonio Barceló murió a los 80 años, el 25 de enero de 1797, sabiendo aguardar por el justo lugar que merecía en la historia.

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