Antonio Barceló nació en Palma de Mallorca el 01 de enero de 1717. Fue un marino de demostrada valentía y un asombroso dominio de las artes de la navegación, lo que le permitió ingresar a la Real Armada Española y llegar al grado de almirante.
Su padre, Onofre Barceló, fue un barquero comerciante que le enseñó desde muy temprana edad cómo dominar los vaivenes y sorpresas de la mar, ingresando como grumete y llegando a pasar por cada uno de los oficios y niveles de la marinería. Ya a los 18 años, Antonio Barceló, y con una madurez que impresionaba a todos, se hizo cargo de la embarcación de su padre luego del fallecimiento de este.
Antonio Barceló, héroe de la marina española
“Ser más valiente que Barceló ni en la mar”.
Su fama fue acrecentando año tras año debido a sus continuas victorias en los enfrentamientos contra las flotas de corsarios. Entre 1760 y 1769 hizo que naufragaran 19 buques piratas, hizo prisioneros a 1.600 corsarios y llegó a libertar a más de un millar de prisioneros cristianos.
En 1779, de nuevo en guerra contra Inglaterra, Barceló, ya como Jefe de Escuadra fue nombrado Almirante-Comandante de la flota de sitio a Gibraltar. Barceló diseñó unas lanchas cañoneras específicamente para bombardear Gibraltar, con cañones de a 24 y un mortero, además de remos y una vela latina para maniobrar, y les proporcionó unas lanchas reforzadas con corcho y hierro que las cubrían desde la línea de cañones hasta por debajo de la línea de flotación. Estas cañoneras se convirtieron en una auténtica pesadilla para los defensores ingleses y la fama de Barceló fue tal que en Andalucía se cantaba:
Si el rey de España tuviera cuatro como Barceló,
Gibraltar fuera de España, que de los ingleses no.
En 1783 y 1784 bombardeó de nuevo Argel y obligó a los piratas a firmar un Tratado que acabó, por fin, con la piratería berberisca.
La mar no acepta términos medios: o se demuestra valentía y pasión o se fracasa inevitablemente en el intento. Y Barceló, a quien apodaban Capità Toni, supo demostrar su pasión y valentía con creces. Sin embargo, lo que no pudo derrotar a Barceló en el mar, sí pudo mellar sus fuerzas en tierra: la intriga y la envidia.
A sus 73 años aún se le encomendaban peligrosas misiones para derrotar piratas y reconquistar territorios, pero la maledicencia y la rivalidad entre los oficiales españoles por obtener su posición no se hizo esperar. Se le discriminó y se le relegó en la comandancia de embarcaciones, en beneficio de otros oficiales con menos experiencia pero mayor poder, y así, triste y desanimado, regresó a su Mallorca natal.
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