Publio Elio
Adriano, nacido en Itálica, cerca de la actual Sevilla, en el año 76 d.C., ascendió al trono imperial tras la muerte de su predecesor y pariente Trajano en el año 117 d.C.
Su ascenso, marcado por la controversia debido a la falta de claridad sobre si había sido designado oficialmente por Trajano en su lecho de muerte, no impidió que Adriano se convirtiera en uno de los emperadores más destacados de la historia romana.
Adriano y su visión Imperial: un viaje a través de su época
El contexto histórico de su reinado se caracteriza por una consolidación del imperio, en contraste con las políticas expansionistas de Trajano. Adriano, con una visión estratégica y pragmática, optó por fortalecer las fronteras existentes en lugar de extenderlas. Este enfoque se materializó en la construcción del famoso Muro de Adriano en
Britania, una impresionante obra de ingeniería militar destinada a proteger la provincia de las incursiones de los
pictos y otros pueblos del norte.
Adriano era un viajero incansable, y su gobierno se caracterizó por las inspecciones personales a las diversas provincias del imperio. Estas visitas no solo tenían un propósito militar y administrativo, sino que también le permitieron entrar en contacto directo con las culturas locales, influenciando su perspectiva y políticas. Su fascinación por la cultura griega, en particular, fue evidente en su mecenazgo de las artes y la arquitectura, promoviendo un renacimiento clásico que se reflejó en la construcción de edificios como el Panteón en Roma, una obra maestra de la arquitectura antigua que aún hoy desafía a los arquitectos modernos con su cúpula de hormigón sin armadura.
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