Su ascenso, marcado por la controversia debido a la falta de claridad sobre si había sido designado oficialmente por Trajano en su lecho de muerte, no impidió que Adriano se convirtiera en uno de los emperadores más destacados de la historia romana.
Adriano y su visión Imperial: un viaje a través de su época
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SuscribirseEl Panteón de Roma
El Panteón en Roma es uno de los testimonios arquitectónicos más impresionantes y mejor conservados de la antigüedad. Aunque comúnmente se asocia con Adriano, quien ordenó su reconstrucción tras un incendio que dañó una versión anterior, la inscripción original en el friso del pórtico atribuye el edificio a Marco Agripa durante el reinado de Augusto (27 a.C. – 14 d.C.). Sin embargo, es bajo Adriano cuando el Panteón adquiere su forma definitiva alrededor del año 126 d.C.
La genialidad de su diseño radica en la armoniosa proporción entre altura y diámetro, que coincide en la impresionante cúpula de concreto, la más grande del mundo hasta el advenimiento de la arquitectura moderna con sus técnicas de construcción avanzadas. La cúpula, con un óculo central abierto, no solo sirve como fuente de luz natural sino que también simboliza la conexión celestial, un ojo que conecta el mundo terrenal con el divino.
El Panteón, dedicado a todos los dioses (pan-theon significa “todos los dioses” en griego), refleja la naturaleza inclusiva de la religión romana, capaz de asimilar y venerar a las deidades de los pueblos conquistados. Esta característica era una herramienta política y social que permitía una cierta cohesión dentro de la diversidad cultural del Imperio Romano.
La estructura interna del Panteón es igualmente impresionante. El espacio interior, circular, conocido como la rotonda, está circundado por una serie de nichos que albergaban estatuas de dioses y emperadores. Las paredes, de más de seis metros de espesor, no solo soportan el peso de la cúpula sino que también contribuyen a la acústica excepcional del edificio.
El Panteón también es notable por su uso de materiales. Los romanos utilizaron un concreto más ligero y menos denso a medida que la cúpula ascendía hacia el óculo, una técnica que demuestra un avanzado entendimiento de la ingeniería y la arquitectura. Los casetones (los huecos cuadrados en la cúpula) no solo reducen la masa y el peso sino que también crean un efecto estético de luz y sombra que cambia a lo largo del día.
A pesar de ser una construcción de hace casi dos mil años, el Panteón sigue siendo una fuente de inspiración y estudio. Su resistencia al paso del tiempo se debe en parte a su conversión en iglesia cristiana en el siglo VII, lo que ayudó a preservarla de la destrucción que sufrieron muchos edificios romanos durante la Edad Media.
El Panteón de Adriano, por lo tanto, no solo es un monumento a los dioses o a la grandeza de un emperador, sino también un testimonio de la avanzada ingeniería romana y un símbolo de la capacidad de Roma para absorber y recontextualizar las influencias culturales de su vasto imperio. La estructura sigue en pie, desafiando el tiempo, y continúa siendo un punto de referencia en la historia de la arquitectura mundial.
Ámbito militar. la rebelión judía de Bar Kojba
La rebelión de Bar Kojba, también conocida como la Segunda Revuelta Judía, fue un conflicto significativo que tuvo lugar entre los años 132 y 136 d.C. en la provincia romana de Judea. Este levantamiento es uno de los episodios más dramáticos y trágicos en la historia de la antigua Judea y representa uno de los momentos más desafiantes en el reinado del emperador Adriano.
El líder de la revuelta, Simón bar Kojba, fue un personaje carismático y militarmente capaz que logró unificar a las diversas facciones judías bajo su mando. La chispa que encendió la rebelión fue la política religiosa y cultural impuesta por Roma, que incluía la prohibición de ciertas prácticas judías, como la circuncisión, y la intención de Adriano de fundar una colonia romana, Aelia Capitolina, sobre las ruinas de Jerusalén, incluyendo la construcción de un templo dedicado a Júpiter en el sitio del antiguo Templo judío.
La revuelta comenzó con ataques sorpresa contra las guarniciones romanas y se extendió rápidamente. Bar Kojba y sus seguidores lograron tomar el control de gran parte de Judea, estableciendo un estado independiente que duró aproximadamente tres años. Durante este tiempo, acuñaron su propia moneda y administraron la región de manera autónoma.
Adriano, al darse cuenta de la gravedad de la situación, envió a uno de sus mejores generales, Julio Severo, para sofocar la rebelión. La respuesta romana fue brutal y sistemática. Los romanos no solo buscaron derrotar a los rebeldes en batalla, sino que también apuntaron a erradicar la base misma de la resistencia judía. Las legiones romanas adoptaron una estrategia de tierra quemada, destruyendo aldeas y desplazando a la población.
El conflicto alcanzó su punto culminante en la fortaleza de Betar, el último bastión de los rebeldes, que cayó en manos romanas en el año 135 d.C. La caída de Betar marcó el fin de la revuelta y se dice que la masacre de sus defensores y habitantes fue particularmente sangrienta. Bar Kojba fue asesinado y su muerte simbolizó la derrota definitiva de la rebelión.
Las consecuencias de la revuelta fueron devastadoras para la comunidad judía. Las cifras tradicionales, aunque posiblemente exageradas, hablan de cientos de miles de judíos muertos, vendidos como esclavos o dispersados. Judea fue arrasada, y la práctica del judaísmo fue restringida severamente. Adriano renombró la provincia como Syria Palaestina, en un intento de borrar la identidad judía de la región, y la ciudad de Jerusalén fue reconstruida como una ciudad romana, prohibiéndose la entrada a los judíos excepto en el día de Tisha B’Av, cuando se les permitía llorar por la destrucción de su Templo.
Las reformas legales
Además de su habilidad militar y su gusto por la cultura, Adriano también es recordado por sus reformas legales. Se preocupó por humanizar las leyes penales, limitar las prácticas de esclavitud y mejorar la administración de justicia. Su interés en la ley se refleja en la figura de Salvio Juliano, a quien encargó la creación de una compilación de edictos pretorianos, un trabajo que sentaría las bases para futuras codificaciones del derecho romano.
La relación de Adriano con el Senado romano fue compleja. Aunque en general mantuvo una relación de respeto y cooperación, no dudó en imponer su voluntad cuando lo consideró necesario para el bien del imperio. Su política de no expandir el imperio fue inicialmente mal vista por una institución acostumbrada a la gloria y las riquezas que traían las conquistas, pero con el tiempo, muchos llegaron a apreciar la estabilidad y prosperidad que su gobierno trajo.
Adriano también fue un emperador itinerante, y su presencia era común en todas partes del imperio. Desde las arenas de Egipto hasta las frías tierras de Britania, su figura era sinónimo de la presencia imperial. Esta omnipresencia no solo servía para reafirmar su poder, sino también para supervisar la administración y asegurar la lealtad de las provincias.
Vida personal
En el aspecto personal, la vida de Adriano estuvo marcada por su relación con Antínoo, un joven griego de extraordinaria belleza. La prematura muerte de Antínoo en el Nilo sumió a Adriano en un profundo luto, y su amor por el joven se inmortalizó en la fundación de la ciudad de Antinópolis en Egipto, así como en la difusión de la imagen de Antínoo en monedas y estatuas por todo el imperio.
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