Existen muchos tipos de lugares. Están, por ejemplo, los lugares de moda, los lugares prohibidos o los lugares santos. Una clase muy especial de lugares son los sitios míticos, aquellos enclaves que, por uno u otro motivo, se han convertido en un lugar de peregrinación para gentes de todo el mundo, encontrándose representados en el imaginario colectivo.
El Edifico Dakota, el lago Ness, la Torre Eiffel son solo algunos ejemplos. La Villa Diodati es uno de estos lugares. Su simple nombre genera resonancias muy especiales en la mente de todos los amantes de la literatura.
La Villa Diodati, un paraíso intelectual
La Villa Diodati fue fundada por Charles Diodati, sobrino de George Diodati (el primer traductor de la Biblia al italiano), e íntimo amigo de John Milton, el célebre autor de El Paraíso Perdido.
Esta obra es una alegoría de las ideas que movían a los dos bandos enfrentados en aquel conflicto. El bando parlamentario está representado por Satanás y el bando real por los ángeles de Dios. El propio Milton tomó partido por el bando perdedor (el parlamentario), así que no es de extrañar que sus simpatías se orientaran hacía el lado del ángel caído. De cualquier modo, los orígenes de esta visión política (y, por tanto, de esa cumbre de las letras que es El Paraíso Perdido) pueden rastrearse hasta la Villa Diodati.
En el siglo siguiente, los célebres filósofos Voltaire y Rousseau se alojaron entre los muros de la Villa. Pero no fueron ellos los que dotaron de atractivo universal a la Villa Diodati.
Lord Bryon propuso a sus amigos entretenerse contando historias de miedo. John Polidori rescató al “vampyr” de entre las leyendas de la mitología eslava en su obra El Vampiro, mientras que Mary aprovechó para crear un nuevo tipo de monstruo en Frankenstein, o el moderno Prometeo.
En esta obra, Shelley retomaba las lecciones y tesis de Milton sobre la autoridad divina y la creación humana. De hecho, las dos obras tienen su origen en la tragedia griega de Prometeo Encadenado. Los arquetipos representados por Zeus y Prometo, y por Dios y Satanás, se transmutan en los personajes de Viktor Frankenstein y su criatura.
Cabe preguntarse porque dos obras tan similares entre sí tuvieron su origen en el mismo lugar: la Villa Diodati.
En el siglo XIX, la Villa se convirtió en un lugar de peregrinación para artistas e intelectuales de toda Europa (Balzac la menciona en varias de sus novelas), antes de caer en manos de propietarios cuyo único objetivo es sacar rédito económico al mito romántico.
La 2º Guerra Mundial constituye un breve paréntesis en medio de esta etapa, al refugiarse el extraordinario pintor Balthus entre las paredes de la célebre villa.
En la actualidad, la Villa se ha convertido en un destino turístico de lujo para las clases más adineradas de Europa.
Autor: Pablo Menéndez y Nayade García para revistadehistoria.es
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Bibliografía:
John Milton. “El Paraíso Perdido”
Voltaire. “Obras Completas”
Rousseau. “Obras Completas”
Lord Byron “Prometeo”
Mary Shelley. “Frankestein”
Polidori. “El Vampiro”
Polidori “El diario del Doctor John Wiliam Polidori”
James Lord. “Balthus”