El papa tiene testículos: demos gracias a Dios

Nada contribuyó tanto a extender la leyenda de la papisa Juana como una ceremonia descrita, en forma de sátira burlesca por el cronista Félix Haemerlein.

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Según él, cada vez que era nombrado un papa, se sentaba, con sus partes al aire, sobre una silla con el asiento agujereado. Un joven diácono metía el brazo por debajo, hasta palpar los testículos papales, asegurándose que fuera hombre, y no mujer. Una vez hecha la comprobación, gritaba a pleno pulmón:

Duo habet, et bene pendant

algo así como ¡Tiene dos, y le cuelgan bien!, a lo que el pueblo y los clérigos allí reunidos respondían:

Deo Gratias

demos gracias a Dios.

El papa tiene testículos: demos gracias a Dios

En teoría, tal ceremonial llevaba practicándose desde el siglo IX, y ello debido a que el falso Benedicto III no era sino una mujer, llamada Juana de los Anglos. Educada en Atenas, y con una increíble erudición -al menos para la media de su época- había escalado rápidamente en la jerarquía eclesiástica romana, llegando primero a cardenal y luego a papa. Su papado sólo duró dos años y medio, y ello porque al cabo de ese tiempo, y en mitad de un procesión, le acometieron los dolores del parto, dando a luz en plena calle.

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