Así las cosas, cuando Aecio propuso el matrimonio de los hijos de ambas familias, Valentiniano, ayudado por sus seguidores, lo asesinó en su palacio en Septiembre de 454. Al año siguiente Valentiniano moría a manos de dos hunos del séquito de Aecio que buscaban la venganza y la justicia por el asesinato de su patronus.
Al día siguiente era nombrado emperador Petronio Máximo, conspirador en la muerte de Aecio y primer emperador en la rápida sucesión de siete emperadores entre 455 y 476. Nombró magister utriusque militiae de Italia y Galia a Avito –gran amigo de los godos–, pero para estas fechas la aristocracia provincial gala había perdido ya interés en la administración de las provincias y quería tomar parte de la administración imperial. Daba comienzo así la etapa en que una nobleza de segunda clase, oligarquías urbanas, se hacían cargo de la administración de ciudades y provincias. En otros casos fueron los propios obispos los que comenzaron a regir las ciudades en calidad de comes civitatis.
El rey de África, el vándalo Genserico, no aceptó la autoridad de Petronio Máximo. En 455 desembarcó en Ostia Antica y saqueó los graneros que abastecían a Roma, repitiendo el horror del saqueo de 410. El emperador se encontraba en Roma cuando una muchedumbre enloquecida lo asaltó y lo mató despedazándolo el 31 de Mayo de 455. Cuando la noticia llegó a Tolosa, Teodorico vio la oportunidad clara de proclamar a su amigo y valedor Avito como nuevo Augusto imperial. Lo coronó primero en Tolosa y después, de forma oficial, en Ugernum, una fortificación cercana a la ciudad de Arlés. Allí una asamblea de senadores galorromanos le prestó su apoyo, pero no opinaron igual los senadores de Roma ni tampoco los de Constantinopla. Se iniciaba así una etapa en que los diferentes reyes bárbaros ponían y quitaban emperadores en función de sus intereses. Avito fue un emperador filo godo en el sentido que entregó muchas prebendas y honores a sus aliados en la Galia frente a los provinciales y los civiles.
Sidonio Apolinar nos cuenta que, gracias a Avito, “Teodorico II adquirió todas las virtudes de un príncipe romano, lo que significaba tener habilidad con la agricultura, éxito con la caza, finura en las distracciones, equidad en los juicios, sinceridad en los consejos, lentitud para llegar a la irritación y la cólera, rapidez para la distensión y fidelidad en la amistad recíproca.” (En Ana Mª Jiménez, p. 166, 2010).
Teodorico regresó rápidamente a la Galia al enterarse de la muerte de su amigo y la coronación de Mayoriano, encontrando allí una situación conflictiva de luchas de intereses. El nuevo emperador intentó recuperar África desde la Cartaginense con un nutrido ejército de mercenarios y bárbaros. Hidacio nos cuenta que fueron unos traidores hispanos los que, prendiendo fuego a sus naves, impidieron que el emperador embarcara en la Península para combatir en África. La situación no deja de llamar la atención pues refleja la negativa respuesta de una población hacia unos emperadores que veían ya como un elemento extraño. Mayoriano fracasó estrepitosamente y volvió a Italia humillado, ante lo cual su general Ricimer, ni corto ni perezoso, lo ejecutó. Su muerte desencadenó una serie de catastróficas consecuencias en Hispania, pues los suevos continuaron con sus depredaciones a gran escala. Las poblaciones vivían ya inseguras y a merced de que suevos y godos pactasen con mayor o menor fortuna.
En 461 Ricimer elevaba a Libio Severo a la dignidad imperial, un senador anciano e incapaz de afrontar cualquier situación; con lo cual era fácilmente manejable. Su gobierno fue tan insignificante que el propio Ricimer lo ejecutó cuatro años más tarde tras llegar a un pacto con el emperador de Oriente, León I, para colocar en el poder a un oriental, Antemio, un patricio emparentado con la dinastía constantiniana.
Genserico se hizo valer una vez más desde África y desposó a una de sus rehenes, la hija pequeña de Valentiniano III, con un senador de Constantinopla, Anicio Olibrio, al que apoyó como nuevo candidato particular para ser emperador. Además, este candidato contó con el apoyo de suevos y godos, obteniendo éstos nuevas concesiones territoriales por ello. Antemio se vio tan acosado por todas partes que fue muerto por orden de Ricimer para poder apoyar así al candidato de los vándalos. Corría el año 472. El poder pasó a las manos de un tal Glicerio, encargado de las cosas de palacio en Rávena mientras el emperador oriental apoyaba a Julio Nepote, que destronó a Glicerio en 474. Nepote cerró pactos con los godos y con los burgundios para afianzar su posición y éstos pudieron ampliar aún más sus territorios hacia el norte.
Vicente Castro-Alvaro
09/06/2018 @ 10:17
El artículo es muy bueno y elegante, los datos y fechas son necesarios
El Reino Longobardo - Revista de Historia
30/12/2019 @ 10:46
[…] Entonces reclamará para sus soldados bárbaros un tercio de las tierras italianas. Al negarse Orestes, padre del emperador, el rey hérulo se rebela y depone al último emperador romano de […]