Estufas populares en Madrid. Navidad de 1901

La decisión del consistorio madrileño encabezado por Alberto Aguilera, de instalar en la vía pública las denominadas “ estufas populares ”, provocó un interesante debate en la capital de España. La resolución fue acogida en general con agrado por los ciudadanos:

“Es una idea generosa y humanitaria el colocar estufas populares en este horrible invierno (…) Al menos en estas noches horribles, en que desciende sobre Madrid un hielo de muerte, en torno a estas estufas se agrupará una legión de niños pobres, descalzos y privados de todo amor” Heraldo de Madrid

Sin embargo, no faltaron madrileños que se burlaron del encargo de las estufas populares por considerarlo grotesco:

“El espectáculo que ofrece cada uno de estos hornillos es encantador. Los golfos forman un círculo y charlan animadamente de todo, incluso de política, discutiendo con los guardias como si éstos fuesen la Comisión de Presupuestos o cosa parecida. Lo malo es que el número de estufas no guarda proporción con el de golfos madrileños; creo que en total hay 8 hornillos y cada uno de ellos puede templar a 2 ó 3 docenas de aquellos pero ¿Qué es eso para la “gruesas” de golfos que hay por ahí?”  Madrid Cómico

Los artefactos, que habían sido cedidos por la Compañía del Gas, consistían en un brasero de hierro con forma de cesta, que se apoyaba en el suelo a través de 3 patas. A la hora convenida, se presentaba un guardia y un operario municipal encargado del transporte de las estufas populares y del carbón necesario. Una vez que el trabajador del consistorio proporcionaba el fuego, éste se marchaba, y el guardia se encargaba de aplicar el orden en el emplazamiento, dado que no eran raros los enfrentamientos y broncas por lograr una buena colocación. Según las crónicas las estufas populares se dispusieron en 8 puntos de la capital: Plaza Puerta de Moros, zona del Rastro, Lavapiés, Antón Martín, Arlabán,  Alonso Martínez, Glorieta de Bilbao y Plaza de Herradores. Los horarios de encendido era el siguiente: por la mañana de 6 a 9 y por la noche de 8 a 1 de la madrugada… Por cierto, ubicaciones y horarios no exentos de polémica:

“El señor Aguilera merece por su iniciativa nuestro más sincero aplauso, pero le suplicamos en nombre de esos pobres a quienes quiere favorecer, disponga que la duración de las estufas sea  sin interrupción de 9 de la noche a 6 de la mañana. De 8 a 1 de la noche los teatros, tabernas o cafés están abiertos. Es la hora de venta de los periódicos de la noche, llegan además varios trenes y los pobres que viven de pedir limosna, de vender periódicos, de subir bultos de la estación no tienen tiempo para acudir a las tertulias de las estufas, porque otra necesidad más apremiante, la de ganar algunas perras para la cena y el almuerzo, requieren su atención. De 1 a 6 de la mañana los quicios de las puertas, las rinconadas de las calles, las encrucijadas, los soportales ofrecen el aspecto de inmensos viveros de carne humana en que, hacinados, dormitan los pobres golfos, los pobres desheredados que al retirarse de la estufa, sienten como es natural el brusco cambio de la temperatura, buscando instintivamente el remedio de librarse de una pulmonía” El País

Estufas populares
Estufas populares

Estufas populares en Madrid

A la prensa le parecía muy fascinante todo lo que acaecía en estos lugares,  semejantes se decía en cuanto a animación y discusión, a los cafés de tertulia. Por ello, a estos emplazamientos  se les bautizará con el nombre de “fornillos”, como sucedáneos del popular café de Fornos.  Y como el cotilleo es el deporte nacional se publicarían “sesudos análisis” por ejemplo, sobre el perfil de los allí congregados. Examinemos las conclusiones extraídas por un reportero del Heraldo de Madrid, tras entrevistar a un “usuario” de las estufas. No tienen desperdicio:

“Algo nos quitamos de frío, pero no crea usted que es mucho, porque nos pasa una cosa a los que venimos a la calle Herradores. Como el hornillo lo colocan en medio de la calle, mientras nos calentamos por delante nos quedamos como una piedra por detrás, de manera que tenemos que estar dando vueltas sin parar un minuto, para que el fuego nos favorezca en todo el cuerpo”.

Estufas populares
Estufas populares

Y el cronista remata: 

Lo que indigna a los golfos es la determinación de que no pueden estar al fuego más de 15 minutos. Esta medida se debe a que son muchos los que quieren calentarse,  y todos desean ocupar lugar preferente, o sea la primera fila. Y hay que verles cuando el guardia y el tío del carbón dicen: ¡Vaya otra ronda! y ya han pasado los 15 minutos. Por miedo a un sablazo o a un pescozón se separan entonces un poco, para arrimarse disimuladamente en cuanto los guardianes se descuidan, motivo por el cual hay a cada momento peleas y griterío. 

Podríamos decir que hay 2 clases entre la golfería: En primer lugar los “distinguidos” que acuden a calentarse a la calle Arlabán, Antón Martín, Alonso Martínez, Herradores y Bilbao. Son los que prefieren la vida errante del golfo a la del trabajo, cambiando su casa por la amplia calle, y su familia por los numerosos amigos que tienen en todas partes. De cuando en cuando pescan alguna comida regular que cae por cualquier circunstancia, al estar abonados a llevar a cabo algún negocio malo, y cuando las cosas están muy mal, van a los cuarteles en busca del nutritivo rancho. En segundo lugar los que acuden al Rastro, Puerta de Moros y Lavapiés que son los golfos de segunda clase, de la que comen a diario rancho, recogen colillas por la calle y duermen acurrucados en los quicios de las puertas”

En definitiva, un proyecto paternalista que languidecería a pesar del inicial entusiasmo, con el paso de unos pocos años. 

Autor: Juan López Benito  para revistadehistoria.es

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Bibliografía: 

Heraldo de Madrid 29 y 27 de diciembre de 1901

El País 25 y 30 de diciembre de 1901

Madrid Cómico 28 de diciembre de 1901

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